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Zapatero, contra el zapaterismo

Zapatero, contra el zapaterismo

jueves 21 de octubre de 2010, 16:53h

¿Se puede ser una cosa y la contraria? ¿Se puede ser Zapatero y combatir el zapaterismo? El presidente del Gobierno de España ha demostrado, con la última remodelación de su Ejecutivo, qu  en él y con él cualquier no acabe aquello de que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible.

Una amplia porción de la opinión pública y publicada, incluso en medios afines al PSOE, de la oposición política y del mismo socialismo, de los agentes sociales y del respetable en general, de las encuestas propias y ajenas ha proclamado la incompatibilidad del zapaterismo con la profunda crisis económica. Con la remodelación del Gobierno ha sido el mismo Zapatero el que ha reconocido que, efectivamente, el zapaterismo es incompatible no sólo con la crisis económica sino con la estabilidad interna del PSOE y con la posibilidad de alguna victoria en las próximas citas electorales.

Zapatero ha desmontado una a una las piezas de su mecano y ha hecho caso a sus críticos. A saber:

Se ha cargado la paridad de su Gobierno, que con tanto alborozo fue recibido por el feminismo oficial, ahora sumido en un profundo silencio,  que no es lo mismo que el feminismo real, y ha degradado a su estandarte, la ministra Bibiana Aido, cuya pubertad política se convirtió en un constante atentado al sentido común.

Ha achicado su Gobierno, suprimiendo dos ministerios, el mencionado y el de Vivienda, dando la razón así a los que razonaban la inutilidad de ambos departamentos, el primero porque la igualdad, para que sea real y útil, debe ser una política transversal, que empape todas las leyes y el segundo porque las políticas de viviendas están transferidas a las comunidades autónoma.

Como socialista, Zapatero acaba de protagonizar toda una regresión al felipismo. Parte de su Gobierno es un viaje al pasado, con Rubalcaba y Jáuregui como jefes del parque jurásico, y con Marcelino Iglesias sustituyendo, en el partido,  a una zapaterista de pro, la inconmensurable Leire Pajín, que se queda con el casi nada de Sanidad y con los restos del naufragio de Bibiana Aido.

Para levantar los ánimos de su alicaído voto de izquierdas, incrusta en el Gobierno a Rosa Aguilar, ministra que hay que analizar también en clave andaluza: Griñán, aislado en el entorno zapaterista por el blindaje andaluz de Chaves-Zarrías en el mismo, mete una cuña con su fichaje estrella, una ex dirigente de IU no contaminada –carece de carné socialista- por el chavismo de otros socialistas andaluces de carné.

Para recomponer la maltrecha relación con UGT, Zapatero coloca en el Ministerio de Trabajo  a un manifestante en la huelga general contra la reforma laboral, Valeriano Gómez.

Y la guinda del pastel, Rubalcaba,  jugada maestra a tres bandas: al colocar a un dirigente muy político en la vicepresidencia primera, en vez de a un experto en economía, Zapatero desvela que el orden de sus prioridades no es el paro, ante el que se ha rendido, sino otra cosa con la que consolar al maltrecho electorado: el fin de ETA. Es el Ministerio de Interior, y no el de Economía, el que va a tener la voz cantante en el postzapaterismo que ha inaugurado Zapatero.

La otra banda de la jugada es la clave sucesoria: si todo se va a pique en las catalanas y municipales, si Zapatero renuncia a presentarse de nuevo, Rubalcaba es el hombre ideal: se puede permitir, por edad y experiencia, hasta el lujo de perder los comicios frente a Rajoy. Sería, en ese caso, el hombre puente entre el postzapaterismo y lo que tenga que llegar.

 Bibiana Aido dijo que llegaba al Ministerio de Igualdad para aprender, lo mismo que el ilusionista Zapatero de entonces, con al diferencia de que éste ha acabado por aprender la lección: si ZP no funciona, inventemos el auto-antizapaterismo. Vivir para ver.

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