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La ruina de las teles autonómicas

La ruina de las teles autonómicas

miércoles 17 de noviembre de 2010, 08:17h
    Ayer lamentábamos la descabellada propuesta que el ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, hacía a los jubilados y pensionistas españoles (los más pobres de Europa…), pidiéndoles  sacrificios frente a la crisis y que se apretasen el cinturón.

    Como el dinero público es escaso, y son necesarios ahorros y recortes, escuchamos la voz de la calle. Y la voz de la calle es un clamor de protesta contra esa vuelta de tuerca sobre las pobres pensiones de jubilación, y esa misma voz de la calle, que es sabia, propone rebajar o llevarse por delante tantos y tantos gastos superfluos y hasta ridículos.

     Por ejemplo, cargarse de un plumazo las televisiones autonómicas, ese agujero económico sin fondo, que acumula unas deudas de casi 1.500 millones de euros, y que son el NO-DO o el incensario de 13 de las 17 comunidades que componen el mapa de España. Unas televisiones que a casi nadie interesan, alimentadas de “refritos”, de series del año de la pera, de concursos chapuceros, de exaltaciones pueriles de los valores regionales, de películas que se buscan en los fondos polvorientos de las filmotecas… Programaciones a las que los ciudadanos les dan la espalda (las cifras de audiencia son minúsculas…), y entre las que se cuelan supuestos telediarios o caricaturas de informativos elaborados para cubrir de incienso al gobernante, para halagar a los jerifaltes del poder, para disimular sus errores y, en muchos casos, para ser más papistas que el Papa ante unos dueños que no tienen la lucidez de avergonzarse y de mandar al carajo a los pelotilleros.

     Y es que a todos los políticos, a los socialistas, a los populares, a los nacionalistas, a todos sin excepción, les gustan los halagos y, además, cuando se les dice desde sus propias pantallas que son los más listos y los más buenos y los más altos, se lo creen.

     Con los 1.500 millones de “pufo” de las televisiones autonómicas se podría evitar la congelación de las pensiones, se podía promover una sanidad y una educación más eficaces. Pero ¿quién les quita el caramelo a quienes, teniendo tan alto concepto de sí mismos, derrochan dinero público para que se lo recuerden? España, amigos, no es tan pobre como dicen. Lo peor es que, habiendo poco dinero, se gasta en vanidades en un intento absurdo de combatir con un juguete televisivo, aburrido y carísimo, el clamor de la calle descontenta.

     Seguro que usted se preguntó muchas veces qué sería de su vida sin el teléfono móvil o sin el ordenador. Pero ¿verdad que nunca se preguntó qué sería de su vida sin la televisión autonómica de su comunidad? La conclusión es clara: hay que cerrarlas.



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