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Pasaba por aquí: Privilegios

Pasaba por aquí: Privilegios

miércoles 17 de noviembre de 2010, 21:12h
Leo en Internet una anécdota referida a Jorge Luis Borges. Cuentan que cuando presidía la Sociedad Argentina de Escritores se le acercó un socio y le preguntó:

      - ¿Qué podemos hacer por los jóvenes poetas?

Y la respuesta borgiana fue concisa y clara:

      - Disuadirlos

Eso mismo suelo pensar yo (sin pretender emular al genial Borges) cuando algún joven me dice que quiere estudiar Periodismo. El cuerpo me pide disuadirle, decirle que mejor se dedique a la Medicina, la Apicultura o el Derecho Mercantil, pongamos por caso. Cualquier opción excepto el Periodismo en estos tiempos raros a más no poder, en que los profesionales de la cosa suelen ser meros comparsas de políticos y poderosos; en que contrastar una información ni se plantea porque no hay tiempo y todo caduca a la velocidad de las hojas en otoño…

Pero luego medito un poco y me pregunto qué cosas me ha dado el periodismo además de disgustos, enemistades, acidez de estómago y madrugones infames… Y, siendo sincera, he de contestarme que la extraña profesión que profeso, ésta que intenta contar lo que ocurre, y bien contado, a los conciudadanos, me ha dado fastuosos privilegios…

No, no se me adelanten. No hablo de ágapes, regalos navideños, invitaciones por la patilla ni palmaditas en el hombro.

Me ha ocurrido hace poco esa sensación del “privilegio”, y me ha recordado a otros momentos similares, nunca iguales.

Ha muerto Berlanga y mi humilde privilegio fue estar en su capilla ardiente para contarla, para intentar explicar al público toda la emoción, el respeto, casi  veneración, que allí se respiraba, además del aroma de miles de flores en las coronas mortuorias. Tuve el privilegio de hablar con su hijo mayor, de darle un pésame sentido de veras, y oír de él palabras de agradecimiento por el respeto de esa Prensa tantas veces maldita por su incompetencia y su avidez carroñera.

Y me sentí orgullosa. Lo mismo que cuando, gracias a este extraño trabajo con el que me gano la vida, conocí a Severo Ochoa,  a Mario Vargas Llosa y a tantas y tantas personas que admiro y respeto.

Así que, eso es, me siento privilegiada porque cuando vas con una cámara, un micrófono o un simple bolígrafo en las manos te conviertes en alguien con carta blanca, con acceso a humanos irrepetibles, relevantes, ejemplares y especiales.

Sólo quería contarles esto, a usted, amable lector, y a los jóvenes que acaso quieren ser periodistas. No voy a disuadirles. Ellos sabrán a qué dedican sus vidas.

Por cierto, “borgiano” está en el Diccionario de la Real Academia. Exijo, pero ya, como han hecho otros estos días, que “berlanguiano” entre en esa casa de las palabras llenas de significado y emoción.

Ana Ruiz Echauri. Periodista.
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