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MODAS INFAMES ¿Jóvenes?

lunes 22 de noviembre de 2010, 09:31h
Ser joven -todos lo hemos  oído  alguna vez- es un problema  que se  cura  con el tiempo. Lo malo es que, de seguir así, en España,  nos encaminamos  a  eliminarlo  definitivamente del cada vez más amplio  catálogo  de problemas  patrios. Y eso, a nadie se le escapa, es  una forma  añadida  de hara-kiri  colectivo, un modo  como otro  cualquiera de asistir al final de nuestra  historia por  simple  extinción.

Es ésta una  visión  pesimista, sí, pero en ningún modo subjetiva.  Hoy, nuestros jóvenes, aunque están más preparados que nunca  antes  lo habían estado a lo largo de la historia de España,  tampoco  nunca  habían tenido  un  menor  peso demográfico. En nuestros días, apenas representan el 18% del censo total de una población española cada vez más envejecida, una cifra que a mediados de los 90 superaba el 25%.  Un vagón de cola que, en  Europa,  compartimos con Grecia, Dinamarca e Italia. Por el contrario, los países con mayor porcentaje de población joven en nuestro mismo  espacio  económico son Irlanda, Chipre, Francia y Eslovaquia, con  porcentajes que van del 25 al 28 por ciento.
   

Autoengaño

Se trata, en definitiva, de una  tendencia nada alentadora  para el futuro de un país  que, como es lógico,  debiera  basar su  supervivencia  y su fortaleza  en ir aumentando paulatinamente  la base  de su población más joven. Sin embargo, y muy al contrario,     tanto éste como los anteriores  gobiernos  democráticos, en lugar de  poner en práctica políticas  demográficas   que inviertan esta tendencia -dicho de otra forma, más favorecedoras  de la natalidad, del acceso al trabajo y a la vivienda a los  sectores más jóvenes de la población, etc.-, nos hemos conformado con la política del avestruz.

Política del avestruz  es haber  inventado  y, además, admitido socialmente  maneras   muy diversas  para   intentar  ocultar  lo que  es una  realidad  palmaria, es decir, que cada vez hay menos jóvenes entre nosotros. ¿Qué es si no,    admitir  en el seno de partidos políticos, clubes diversos o   asociaciones de todo orden a integrantes  con edades  que van más allá de los 30 años  e incluirlos  como si fueran  unos muchachos más, cuando   la realidad es   que se trata de hombres  y mujeres hechos y derechos? ¿ Qué es si no, ese culto  colectivo  a la eterna juventud, a  estirar  hasta   extremos  en muchos casos patéticos,   la   apariencia  física  y  estética  entre  personas  de  50, 60  o más años?   

Desconozco  si  esta fórmula  se aplica también  de forma tan generalizada  como entre nosotros  en los  países   de nuestro entorno,  pero, de ser así,     el problema  dejaría de ser  español para convertirse  en  occidental, y éste  sería  un  signo aún  más preocupante   del declive  al que puede abocarnos  un autoengaño tan prolongado como peligroso. 
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