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El destino de los impuestos

El destino de los impuestos

miércoles 24 de noviembre de 2010, 08:11h
    Más de la mitad de los españoles consideran que pagan demasiados impuestos, que la fiscalidad no es equitativa, que el esfuerzo contra el fraude es muy débil  y, además, que el dinero que se destina a las arcas del Estado no se invierte adecuadamente. Son datos extraídos de una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) y que revelan el malestar de los ciudadanos tanto por las cantidades que pagan como por el destino que se da a ese dinero.

     El español medio es cumplidor con sus obligaciones fiscales y es consciente de que hay que contribuir para que el Estado pueda pagar los servicios públicos. Pero ese mismo español medio, que en plena crisis a veces hasta se tiene que endeudar para hacer frente a sus obligaciones, se muestra indignado por el derroche de que hacen ostentación los políticos, más preocupados por asegurarse sus privilegios que por administrar el dinero de modo más austero, estableciendo las prioridades que son la Seguridad Social, las pensiones, la sanidad, la enseñanza, la  vivienda y la Justicia.

     No se trata de debatir en qué se gasta el dinero sino de asegurarse una mayoría parlamentaria para seguir haciendo más de lo mismo. Es decir, para subvencionar a los afines, para rodearse de asesores innecesarios, para pagar favores políticos, para fomentar el clientelismo electoral, para viajar en aviones privados, para almorzar en restaurantes de tropecientos  tenedores, para rodearse de escoltas, para disponer de coche oficial hasta para hacer la compra en el supermercado, para asegurar a diputados y senadores la más alta de las pensiones con el más breve período de cotización (que, además, les paga el Estado), para editar costosos libros que acaban en la papelera, para mantener unas televisiones autonómicas o locales que (salvo excepciones) son de mala calidad y son un incensario carísimo, para contribuir con dinero público a cursos sobre la sexualidad de los tanzanos o sobre las mariposas del Caribe y, en fin, para crear una trama de intereses en torno al Poder que no entiende de ideologías ni de partidos porque, por desgracia, casi todos hacen lo mismo.

     Y, mientras todo esto sucede, no hay dinero para prestaciones sociales, para subir las pensiones de jubilación,  para ayudar a las personas dependientes, para promover una vivienda accesible, para acabar con las listas de espera hospitalarias. Para eso no hay dinero porque lo poco que había ha sido malgastado. Y el español, que es paciente, que es honrado, que es cumplidor, se siente como un mendigo al que, además, le están tomando el pelo. Un mendigo que cada día ha de soportar el paso triunfal, luminoso y ridículo del desfile de los poderosos con la pata de palo, con el garfio en la urna. Ya sé que todos no son iguales, pero llueve sobre mojado.



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