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Una pesadilla electoral

Una pesadilla electoral

viernes 26 de noviembre de 2010, 01:27h

Hoy permítanme ser un poco personalista en este artículo. Y es que quiero contarles el sueño que tuve anoche. Algunos de ustedes, después de leerlo, pensarán que ha sido más una pesadilla, ya verán.

Quizá este sueño-pesadilla, pueden elegir, ha sido como consecuencia del estrés electoral que estamos sufriendo los habitantes de Cataluña. Es uno de los efectos secundarios de toda esta campaña marcada por debates inexistentes, partidos frikis, conciertos sin músicas y promociones pornográficas. Conclusión: cuando uno tiene todo este guirigay  en la cabeza, día tras día, pues es lógico que una buena noche de noviembre suceda lo que me sucedió.

Comienzo. Al salir del trabajo, decidí ir a unos grandes almacenes a comprarme una corbata para la fiesta del “nutritivo” Botillo: ejem, ejem. Me adentro en este paraíso del consumismo, no confundir con comunismo, y cuál es mi sorpresa cuando me encuentro en la floristería al señor Joan Herrera, líder de ICV, comprando un ramillete de rosas. ¿Serán quizá para sus nuevos amigos intelectuales, antiguos “colegas” del señor Zapatero?, unos que se bajan del carro antes de descarrilar. El hombre estaba feliz y sonriente entre tanta flor y tanta planta, tanta encuesta, y le oigo decir  algo de No a las nucleares.

Decido no prestar atención a la conversación, por aquello de la mala educación y sigo mi camino. Al poco, siete pasos más allá, me cruzo en la sección de libros con el señor Albert Rivera, líder de Ciutadans, comprando unos libros de un grosor considerable. Debido a mi curiosidad de intrépido reportero me acerco a ojear dichos ejemplares y resulta que se trataba de unos diccionarios catalán-español. Era de esperar.

Dejando atrás la sección de literatura e idiomas, de refilón, me parece ver la figura del líder de ERC, el señor Puigcercós. Dos pasos más allá mis sospechas se hacen realidad, efectivamente, era el mismo que defiende a capa y espada al burro catalán, más a espada, por cierto. También estaba comprando unos libros, en este caso el tamaño de las portadas y los grandes titulares no dejaban dudas, el señor Puigcercós, parece que pase lo que pase el 28N, está preparando una escapada para el próximo puente de la Constitución- Estemos de acuerdo o no, la fiesta es la fiesta, y válgame la sorpresa cuando la imagen de uno de los libros correspondía a la Giralda y a la Torre del Oro de Sevilla,  y el título rezaba: “ Andalucía qué hermosa eres”. ¿Sorprendente? Cuánto me gustaría escuchar la reserva telefónica del candidato independentista al registrarse, ¿a ustedes no?

Sin olvidar mi objetivo, ya que mi jefe me ha hecho jurarle y perjurarle que me presentaré a la fiesta con una corbata sobre mi pecho -por cierto, no me dijo nada del resto del atuendo corporal-. Subo las escaleras mecánicas y cruzo por la zona de la agencia de viajes. ¿Y a que no saben a quién me encuentro allí? Pues sí, a la mismísima Alicia Sánchez Camacho con unos folletos donde se promocionaba Rumania. Y yo me pregunto: ¿Se irá también de puente Alicia, en este caso, al país de los Cárpatos? Pero al acercarme un poco más, compruebo que no era para ella, sino que la intención era fletar una sería de vuelos con destino a Bucarest. Me pareció un poco exagerado, porque pedía precio para un número indeterminado de ocupantes, ¡y sólo de ida!. No entiendo nada.

Por último, antes de llegar a la zona de moda hombre, me encuentro con el señor Artur Mas. En este caso en la sección de muebles. Parece ser, según lo que podía ver desde mi posición, que el líder convergente estaba encargando unas sillas y una mesa como para un despacho. ¿Se mudará a alguno sitio? Por cierto que parecía una mesa señorial, recia, casi presidencial.

Por fin llego a mi objetivo: la sección de corbatas. Lo cierto es que ninguna me convence, pero como no lleve una, mi jefe no me dejará entrar. Así que por fin elijo una verde esperanza que creo que me sentará bien. ¡Uf! El precio se escapa, pero creo que la cita bien vale la pena y mantener mi trabajo más aún. Así que fui hacia la caja con  mi nómina, digo con mi corbata  en la mano.

¿ Puedo ayudarle en algo caballero?. El caso es que esa voz, ese tono, ese acento me resulta conocido. Levanto la vista y…..¡oh! Pero qué veían mis ojos, ¡se trataba del mismísimo president Montilla! ¿Pero president que hace aquí?

Vaya pesadilla! La mía, claro.

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