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Simancas versus Sebastián

viernes 01 de junio de 2007, 10:20h
Todo va tan deprisa que el siguiente paso siempre minimiza el anterior. Esto sucede en el socialismo madrileño desde el mismo momento en el que se enteraron del trato que recibieron de los votantes madrileños. Muchos prefieren no complicarse mucho la vida ni darle demasiado a la cabeza, a la hora de analizar las razones del chasco electoral del  PSM, y se abonan a la teoría de que la campaña del elegido por José Luis Rodríguez Zapatero para encabezar la lista socialista al Ayuntamiento de la capital, Miguel Sebastián, ha restado apoyos y votos al aspirante a presidir la Comunidad de Madrid, Rafael Simancas.

El resultado final de la reflexión sobre  la pérdida de aprecio ciudadano a las siglas PSM se está quedando reducido a comparaciones odiosas entre Sebastián y Simancas, como si lo sucedido en Móstoles, Alcobendas, Fuentidueña del Tajo (con el mismo alcalde desde hace 28 años: el socialista Pedro Mora), Torrejón de Ardoz, Torrelaguna, Pinto, y otros muchos pueblos en los que este partido ha cosechado menos de lo previsto, no tuviese ninguna relevancia. La misma noche electoral, la cara de Simancas era un poema trágico y cómico a la vez. Era un drama comprobar que las ilusiones de muchos se iban por el desagüe, arrastrando con ellas muchas cuestiones positivas que siempre son las menos valoradas, y, algo casi irónico, observar que  los mismos que tenían el arma preparada para disparar consolaban a sus próximas víctimas.

Cuando los críticos con los métodos y las formas que llevaron a la confusión, el desorden y a la crisis larvada en muchas agrupaciones del PSM -por tanta injerencia a la hora de elaborar las listas electorales- exigieron las  primeros  dimisiones, entre ellas las de Simancas y Sebastián,  el máximo responsable del partido en Madrid se sacó de la mano una renuncia fantasma, ya que no se puede dejar lo que no se tiene.

La marcha de Sebastián, que había asegurado que se mantendría en el puesto todo el mandato, supone para algunos el cierre de la campaña de asunción de responsabilidades. Estos mismos persiguen lavar la cara de sus fracasos echando la culpa de todo a Sebastián y dar carpetazo a una nueva crisis dentro del socialismo madrileño.

Simancas consintió sin rechistar  la llegada del elegido por Zapatero -quien posiblemente no habría tomado cartas en ese asunto si el secretario general del PSM hubiese puesto sobre la mesa el nombre de algún aspirante- y también aceptó el modelo de campaña del que en tiempos pasados dirigió la Oficina Económica de La Moncloa, excepto el lance de sacar la foto de una señorita para acojonar a Alberto Ruiz-Gallardón. Y ahora se da cuenta de que el que aspiró a sentarse en el sillón de la Alcaldía de la capital tiene más peligro que un simio con una cuchilla de afeitar. Considera, igual que otros muchos en el PSM, que Zapatero tiene un modelo de partido que poco tiene que ver con el suyo y que su continuidad, y la de otros muchos, corre un serio peligro si un congreso extraordinario es el futuro inmediato.

Es verdad que Sebastián tiene mucho que ver con el arrollador triunfo de Gallardón, incluso que ha podido perjudicar más de lo debido a su compañero Simancas, pero el responsable de los resultados electorales en los pueblos de la región en los que el PSM presentó papeleta de voto es su secretario general, quien solo, o en compañía de otros/as,  ha puesto y quitado candidatos donde le ha venido en gana y ha entrado como elefante en cacharrería en dos decenas de agrupaciones socialistas de otros tantos pueblos de la Comunidad de Madrid, creando comisiones gestoras para situar a los suyos y quitar a los que no son de su agrado. Simancas se queda y Sebastián se va, aunque parece que con la intención de regresar. La fecha podría ser en las semanas anteriores al congreso del PSM y el objetivo, confrontar con el todavía secretario general su modelo de partido, política y amigos.
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