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¿La hora final de ZP?

viernes 21 de enero de 2011, 15:00h

Ha comenzado la rebelión a bordo, según aseguran fuentes solventes del propio PSOE, cierto que ajenas a la actual dirección del partido. Todas las encuestas, incluso las del oficial CIS, son ya muy elocuentes de que el desmoronamiento de imagen de Rodríguez Zapatero puede trasladarse y empieza a trasladarse a la intención de voto del PSOE, que acumula cinco meses sucesivos de recortes y amenaza por tanto seriamente a las perspectivas del partido actualmente en el Gobierno. El PP ha superado el bache de los tiempos finales del Gobierno Aznar e inicio de la actual etapa y crece significativamente mes tras mes, situado ya en una apreciable ventaja de intención de voto sobre el PSOE, que le asegura ganar cómodamente las próximas elecciones generales.

Los estudios demoscópicos van más lejos y señalan que el desmoronamiento de expectativas electorales no es tanto del PSOE como de Rodríguez Zapatero, con lo que el PSOE aún podría intentar un repunte e incluso hacer un intento de dar la vuelta a las expectativas, si el actual presidente saliera no sólo de La Moncloa sino también del liderazgo del PSOE y este partido pudiera elegir y presentar otro candidato que no provocara tan llamativo y probablemente merecido rechazo en la opinión pública. Así que hemos llegado al punto en el que Rodríguez Zapatero no es ya solo un problema para España, sino que lo es incluso para su propio partido.

La convergencia del desmoronamiento de Rodríguez Zapatero y de algunas decisiones difíciles pero que eran inocultablemente necesarias ha producido un sensible repunte de la imagen del actual líder del PP, el gallego Mariano Rajoy, y de sus expectativas electorales, hasta el punto de que ganaría unas elecciones generales que tuvieran lugar en estos momentos.  

Lo que ya nadie duda es que Rodríguez Zapatero vive su hora final de liderazgo político, pero una innecesaria prolongación de su agonía pudiera llegar a ser muy dañina, letal incluso, para la deteriorada economía española. El cambio de mano al timón del país empieza a ser percibido como urgente y ello de forma transversal, en las derechas y en las izquierdas. Lo ha enredado todo y quien todo lo ha enredado difícilmente puede contribuir a desenredarlo. Sin embargo, y aún reconociendo las excelentes cualidades políticas de Pérez Rubalcaba, la hora crítica de la economía española necesita, al timón del Gobierno del Estado, una mano distinta, quizá menos habilidosa para la propaganda y las maniobras políticas, pero capacitada para gestionar la lucha contra la crisis y a medio plazo, la salida de la misma. Para esto no es adecuado Pérez Rubalcaba, que sin duda es un magnífico y listísimo político, pero que no sabe nada de economía. Son otros nombres los que, en el espacio del PSOE, estarían en condiciones de presidir un Gobierno centrado en la lucha contra la crisis económica y capaces de promover los convenientes consensos transversales.

Sin embargo, todo parece indicar, a juicio de los expertos demoscópicos, que el desmoronamiento electoral del PSOE y la paralela remontada del PP han prácticamente sentenciado que, tras las elecciones, será Mariano Rajoy la mano que tome el timón de La Moncloa, y conviene que acierte en la designación de las personas que deban reconducir la economía e intentar acelerar la salida del pozo de la actual crisis. Por su parte, los socialistas, salvo que acepten un duro voto de castigo y por tanto el desmoronamiento electoral, debieran escoger entre los nombres de Joaquín Almunia, Josep Borrell y algún otro el nuevo candidato capaz de transmitir esperanza a la crítica situación de nuestra economía. La peor noticia es que, si Rodríguez Zapatero demora su salida y la convocatoria de elecciones, el desastre económico pudiera llegar a ser difícilmente reparable por cualquiera que fuera, del PP o del PSOE, el vencedor de las urnas.

En esta situación, disparadas todas las alarmas, el ambiente de los círculos políticos y económicos es un hervidero de ansiedades y sólo la salida del poder de Rodríguez Zapatero, al margen de quien fuera el vencedor de las elecciones, podría devolver algunos márgenes de serenidad y esperanza a los ámbitos empresariales y financieros de un país que se ve ya al borde del precipicio y que sin embargo aún estaría en condiciones objetivas de evitar despeñarse, sólo con que una mano nueva y creíble tomara pronto, cuanto antes mejor, el relevo en el puesto de mando de La Moncloa.  

Al otro lado del hemiciclo, el gallego Mariano Rajoy ha salido por fin de su rara pasividad y ha tomado, con claridad y firmeza, las riendas del PP, afrontando como debía el escandaloso desafío de Alvarez Cascos -todo un ZP de la derecha, por la falta de cualidades y calidades- y demostrando que mantiene el control del partido y que quien le echa un pulso, lo pierde, lo que inmediatamente se ha traducido en una mejora de las expectativas del PP en los sondeos. La dirección del PP deberá hacer ahora un esfuerzo suplementario de diálogo con todos los partidos del arco parlamentario, particularmente con las minorías nacionalistas. Rajoy tiene cualidades y credibilidad para ese diálogo y lo debe iniciar cuanto antes.
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