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El centro de El Cairo era el escenario de una fuerte y por momentos violenta confrontación el jueves entre hombres armados leales al Gobierno y los manifestantes anti-gubernamentales que demandan la renuncia del presidente egipcio, Hosni Mubarak.
Al menos seis personas murieron y unas 800 resultaron heridas cuando defensores de Mubarak atacaron a los opositores que acampaban por décimo día en la plaza Tahrir (Liberación) para pedir que el líder de 82 años abandone inmediatamente el poder, después de 30 años.
Cerca del Museo de Egipto, que aloja 7.000 años de historia en el país árabe más poblado, hombres airados se enfrentaron con rocas, palos y escudos caseros, mientras los tanques de fabricación estadounidense del Ejército de Mubarak, financiado por Occidente, hacían esfuerzos esporádicos por separarlos.
En paralelo a los eventos en El Cairo, comenzó una batalla política con implicancias para Oriente Medio y el mercado del petróleo, que oscilan entre la influencia occidental e islamista. Los líderes europeos se sumaron a Estados Unidos para pedir a su aliado árabe que entregue el poder.
El nuevo Gobierno, surgido de un recambio que no logró apaciguar a los manifestantes, defendió la promesa del presidente de que dejará el poder pero sólo cuando termine su quinto mandato en septiembre. Mubarak se considera como un baluarte contra la anarquía o la toma del poder por parte de radicales islamistas.
La oposición obtuvo un apoyo cada vez más contundente de los tradicionales aliados occidentales de Mubarak, que reclaman una inmediata entrega del poder.
"Este proceso de transición debe empezar ahora", escribieron en una carta conjunta los dirigentes de España, Alemania, Francia, Gran Bretaña e Italia, haciéndose eco del mensaje que el presidente estadounidense, Barack Obama, le comunicó a Mubarak en una llamada el martes.
El secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, sumó su visión.
Funcionarios de Estados Unidos también condenaron lo que llamaron "una campaña organizada para intimidar" a periodistas, luego de que muchos fueron atacados por grupos leales al Gobierno.
Los dirigentes de la oposición, entre los que se encontraba el liberal Mohamed ElBaradei y el movimiento islamista Hermandad Musulmana, dijeron a Reuters que sólo se sentarán en la mesa de negociaciones cuando el presidente se vaya.
PRUEBA DE FUERZA
Los manifestantes, que llegaron a unos 10.000 en la plaza Tahrir el jueves por la tarde, convocaron a nuevas protestas para el viernes.
Se trata de una prueba de fuerza en la cual el Ejército tiene un rol crucial y sus comandantes buscan preservar la influencia y riqueza de la institución, frente al masivo rechazo popular a una vieja guardia considerada como brutal, corrupta y desdeñable.
El Gobierno, que rechazó las sugerencias de las potencias extranjeras de que organizó los ataques contra los manifestantes, pareció querer ganarse la simpatía de muchos egipcios que empiezan a sentir el impacto de una alteración económica sin precedentes.
"Quiero que vuelva a haber seguridad en las calles para poder seguir con mi vida", dijo Amira Hassan, una maestra de 55 años de El Cairo. "Me da lo mismo si Mubarak se queda o se va", agregó.
El nuevo primer ministro, Ahmed Shafiq, buscó aliviar el descontento en el país y en el exterior pidiendo perdón por la violencia y prometiendo que el Gobierno evitará que se repita. Pero insistió en que no sabe quiénes son los culpables.
El vicepresidente Omar Suleiman, considerado como un posible sucesor interino de Mubarak, volvió a tocar el tema y se comprometió a liberar a los manifestantes detenidos y a castigar a aquellos que fomentaron los incidentes.
También confirmó que el hijo empresario de Mubarak, Gamal, no se presentará como candidato para suceder a su padre. Diez días atrás, el anuncio hubiera sido sorprendente pero, luego del masivo levantamiento popular, no tuvo mayor trascendencia.
El núcleo duro de la protesta se ha reducido principalmente a jóvenes, universitarios de clase media y activistas pobres de la Hermandad Musulmana que insisten en la marcha de Mubarak, aunque muchos egipcios tienen respeto al presidente y parecen más dispuestos a permitirle dejar el poder de un modo más honorable.
PAPEL DEL EJERCITO
Muchos analistas creen que el Ejército tratará de mantener su propia posición de liderazgo de la sociedad civil desde hace 60 años preparando una salida del poder sin problemas del antiguo militar.
Pero el miércoles, las tropas no intervinieron cuando los partidarios de Mubarak asaltaron la plaza de Tahrir a caballo y en camello, golpeando a los civiles. Al anochecer, varios manifestantes murieron por disparos.
Hasta el jueves por la mañana no establecieron una zona alrededor de la plaza para separar a las facciones, lo que no evitó nuevos enfrentamientos, con los dos bandos lanzándose piedras.
Sin embargo, el apoyo a un nuevo orden está lejos de ser unánime. Muchos temen que se desate la anarquía y los laicos comparten los temores occidentales y de Israel a que la Hermandad Musulmana llegue al poder.
Egipto es el país árabe más poblado y uno de los pocos que firmó la paz con Israel, cuyo primer ministro ha advertido que la revolución en El Cairo podría crear una teocracia al estilo iraní.
El ministro de Salud egipcio, Ahmed Samih Farid, dijo que seis personas murieron y 836 resultaron heridas por los enfrentamientos en El Cairo. Se estima que 150 personas murieron desde el martes pasado.
Los precios del petróleo han aumentado debido a temores de que las manifestaciones se extiendan a otros estados árabes autoritarios, incluido el gigante petrolero Arabia Saudí, o que interfieran con las rutas de transporte de crudo desde el mar Rojo al Mediterráneo a través del Canal de Suez.
El petróleo Brent superó el jueves los 103 dólares por barril.
El jueves, decenas de miles de personas a favor y en contra del Gobierno yemení se manifestaron en la capital Saná. En tanto, Argelia anunció que aliviaría las restricciones sobre la actividad política y diseñaría medidas para lidiar con el desempleo.
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