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Defensa del carbón

martes 01 de marzo de 2011, 08:20h
   Con buena parte de los países productores de petróleo enzarzados en la violencia y en las revoluciones contra los tiranos, los países dependientes del combustible extranjero   --como es el caso de España--  deben replantear su política energética. Y ello pasa porque España fomente sus fuentes de energía autóctona, especialmente el carbón, que ha aportado históricamente una gran estabilidad al desarrollo de nuestro país. El carbón, un mineral que, según soplen los vientos y los Gobiernos, ha pasado muchas veces de héroe a villano, y de sector mimado a tesoro en vías de extinción.

     Si ayer hablábamos de las improvisaciones en el límite de velocidad en las autopistas, los tan debatidos 110 kilómetros a la hora, en contra de lo que sucede en el resto de Europa, hoy ponemos sobre la mesa el sector español del carbón, pendiente de las lejanas decisiones que se toman en Bruselas y de las estrategias de la industria eléctrica. El carbón es algo muy serio, y no sólo porque miles de mineros hayan dejado sus vidas en la profundidad de las galerías, sino también porque fue el motor del progreso de la nación, el único “oro negro” de que disponía un país aislado y que tenía la obligación de autoabastecerse para no quedar paralizado o para no morirse de frío. El carbón  -insistimos-  algo muy serio, que está en nuestro subsuelo, en León, Asturias, Palencia, Teruel, etcétera, y que no puede sufrir los avatares de los caprichos del político de turno.

     Algunos dan por sentado que, en un mundo global, el comercio está por encima de la política, y el intercambio de bienes de consumo es ajeno a los tratados de paz y de guerra. Es algo que suena muy bien, en un planeta ideal, pero que no es cierto. Y no lo es porque quien pone la guerra en los países productores de petróleo también pone los precios, ante la radical indefensión de los clientes. Y el panorama es para echarse a temblar: el 43 por ciento del crudo que importamos viene del norte de África y de Oriente Próximo; es decir, de los países implicados y afectados en la crisis actual. Sólo Libia acapara el 13 por ciento de nuestras compras de crudo, y Argelia el 35 por ciento del gas natural, que llega en barco o a través de un gasoducto que atraviesa Marruecos.

   Que nadie cuente con que España es “Alicia en el País de las Maravillas”, sino que somos vulnerables hasta extremos muy inquietantes. En esas circunstancias, apoyar el carbón (junto a las energías alternativas: eólica, solar, etcétera), y revisar  la política nuclear es una pura y elemental obligación.

 

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