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Una oportunidad

martes 08 de marzo de 2011, 12:11h
   Celebramos el Día de la Mujer Trabajadora con cifras nada halagüeñas. Por ejemplo, los técnicos del Ministerio de Hacienda nos han dejado dicho que las mujeres ganamos mucho menos que los hombres. No está demás que se recuerde.

   Otras instituciones nos recuerdan también que estamos sufriendo más paro que los hombres o que sólo hay un 24 por ciento de mujeres que ocupan importantes puestos directivos. Y nos quejamos, claro, porque aún queda mucho camino por recorrer, muchas cosas por hacer. La buena noticia es que ya no hay barreras legales para que las mujeres lleguemos hasta donde podamos y queramos, y las nuevas generaciones de mujeres que disfrutan de esa plenitud de derechos y posibilidades no va a dar ni un solo paso atrás.

   Pero esto es lo que sucede en nuestro mundo, en está parte del mundo que llamamos Occidente, pero en otros lugares, pongamos que buena parte de África y Asia, América del Sur, etc, los derechos de las mujeres continúan brillando por su ausencia.

   En estos días en que las revoluciones pacíficas están logrando que se tambaleen dictaduras en el norte de África, ahí está el ejemplo de Túnez o de Egipto, cabe preguntarse si esas revoluciones significarán también un paso adelante para las mujeres.

   Túnez es el país más occidentalizado de la zona, y cuenta con un conjunto de leyes que intentan dar a la mujer una cierta igualdad respecto a los hombres. Pero no es el caso de Egipto, ni de Libia, ni de Sudán, etc, etc, etc. De ahí que haya que incidir en que el apoyo a esas revoluciones populares y pacíficas debe de pasar porque signifiquen un salto adelante para que las mujeres adquieran la plena igualdad.

   Aún recuerdo cómo los dirigentes políticos norteamericanos y europeos han venido justificando la "intervención" en Afganistán, cacareando que entre otras razones se iba a ayudar a salir del agujero en que están metidas a las mujeres afganas. Sin embargo, los resultados no son para echar cohetes sino todo lo contrario. Ser mujer en Afganistán significa no tener siquiera la condición de ciudadana. Significa que los locos talibanes puedan continuar asaltando las escuelas de niñas, que pueden arrojar ácido en la cara de la mujeres para desfigurarlas, que las consideran seres pecaminosos, que las asesinan con total impunidad....

   De manera que entre todos deberíamos contribuir a que las mujeres no se queden fuera de las revoluciones que se están dando en el norte de África, o lo que es lo mismo, que debemos apoyar a regímenes que tengan entre sus prioridades considerar a las mujeres como ciudadanas plenas, y no como ciudadanas de segunda o de tercera.

   Temo que nuestros cómodos países deseosos de que cuanto antes se vuelva a instalar la normalidad pasen por alto, en las relaciones con los nuevos regímenes el recordar, y apoyar, que no hay democracia posible sin que las mujeres participen plenamente de ella, sin que las mujeres sean ciudadanas, sin que las mujeres sean dueñas de sí misma y tengan plena libertad.

   Quiero creer que nuestros gobernantes no harán lo que en  Afganistán, que es mirar hacia otro lado para no entrarse de que los talibanes, con los que ahora quieren pactar, continúan pisoteando a las mujeres.


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