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Centenario de Gonzalo Drago

Centenario de Gonzalo Drago

lunes 18 de junio de 2007, 23:57h
Los aniversarios reviven la memoria de acontecimientos y personas que el paso del tiempo va sepultando en el olvido. Quizás no son tantos quienes conocen a los autores y los libros de la Generación del 38, que incorporó a la prosa nacional el mundo de los obreros y de la clase media, con sus conflictos personales y sociales.

Uno de esos autores fue Gonzalo Drago, cuyo centenario es necesario subrayar como uno de los signos de su generación. Drago nació en San Fernando en 1907. Su obra de novelista, cuentista y periodista merece ser rescatada no sólo por sus grandes valores literarios sino, sobre todo, como documento de la historia profunda del país y de sus constructores anónimos. En 1941 publicó “Cobre”, un libro de relatos en el que describe la vida en Sewell, la elevada ciudadela de los mineros del cobre. Drago era empleado administrativo de la Braden Copper y en “Cobre” trazó con realismo imágenes e historias de los trabajadores. El libro no le gustó a la empresa y sus ejecutivos estimaron que era una obra “subversiva y calumniosa”. El autor fue despedido.

Uno de los mejores cuentos de “Cobre” es “Mr. Jara”, que ahora aparece en cualquier antología. Drago dibuja allí a un personaje despreciable y patético: un moreno hijo de campesinos que desea asimilarse a sus rubios jefes norteamericanos. Aprende mal algunas frases en inglés y se siente diferente al resto de sus compañeros. No participa en la vida de ellos y procura estar en la periferia de sus jefes, aunque sea para cumplir encargos domésticos o recibir las sobras. Mantiene hasta el fin su grotesca mimetización. Enfermo y abandonado en un hospital y despreciado por los mineros, recibe la visita de un compañero solidario dispuesto a olvidar los desaires. Al borde del lecho el visitante le pregunta cariñosamente, “¿cómo te sientes negro Jara?” Y Jara abre los ojos y responde: “Mi no conocer a usted”.

Drago consiguió luego empleo en la Tesorería General de la República, en San Fernando. Sus funciones le obligaban a cumplir labores en esa ciudad y, además, en Rancagua y Los Andes. Su tiempo libre lo destinaba a escribir y a organizar grupos culturales que se proyectaban en la tranquila vida colchagüina. Fundó el grupo “Los Afines” en San Fernando, que reunía a poetas, novelistas y cuentistas locales. El ejemplo se extendió a Rancagua, donde aparecieron “Los Inútiles”, cuyas tertulias eran animadas por Oscar Castro, bibliotecario municipal y gran poeta, muerto de tuberculosis en 1947, en pleno desarrollo de su obra.

En la numerosa producción cuentística de Gonzalo Drago se destacan títulos como “El racimo de Uva”, “Bodas de Plata”, “Ganado cuyano”, “Una casa junto al Mar”. Publicó la novela “Muros Perforados”, cuyos protagonistas se ganan la vida como empleados públicos en provincia, viven entre pensiones baratas y bares, dando vuelta a un engranaje que los tritura como seres humanos. Sueñan con subir en el escalafón funcionario. Se enredan en amores adúlteros, no tienen otra esperanza que una jubilación razonable que los aleje del papeleo y la rutina.

Mención aparte merece la magistral novela “El Purgatorio”, aparecida en 1951. Es la mejor obra escrita en Chile sobre el Servicio Militar. Es un relato en primera persona: el narrador es un joven de origen campesino, algo solitario y lerdo en sus movimientos. El servicio le resulta indiferente. Se inscribe para cumplir con la ley, pero su vocación militar es nula. Los instructores militares le tratan mal desde un principio. Cualquier torpeza, debilidad o indecisión le hacen acreedor a gruesos insultos o castigos injustos. “Es -dice- una educación para la muerte”. Hay que despedazar al enemigo por todos los medios. La vida de cada cual es lo que menos importa en un regimiento. Cualquiera que sea el accidente, la función debe continuar. “El Purgatorio” es un relato crudo y patético de sobria y bella prosa. Se puede leer como si hubiera sido escrito en nuestros días. Casi nada ha cambiado.

Drago era un hombre tímido y silencioso. Lo conocimos en sus últimos años (murió en 1994). Durante la dictadura fue despedido de la Tesorería. Fue uno de los animadores de la “generación del roneo”, a la que pertenecieron los autores que estaban prohibidos por la censura pinochetista y debían editar sus libros a mimeógrafo o leerlos en veladas secretas.

Merecía el Premio Nacional de Literatura, pero nunca apareció siquiera entre los candidatos.

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Luis Alberto Mansilla
Periodista
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