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El giro atómico de Angela Merkel

El giro atómico de Angela Merkel

miércoles 23 de marzo de 2011, 17:27h
En pocos países europeos el debate nuclear genera tanta controversia como en la ecologista Alemania, donde el partido Verde ha llegado a estar presente en el gobierno nacional. Desde hace más de una década, miles de activistas se tienden sobre las vías del tren cada vez que vagones con residuos atómicos atraviesan el país. Esas imágenes encabezan con frecuencia los telediarios y primeras páginas de los diarios, y no sólo desde que la tierra tembló en Japón. En su columna del pasado sábado, el redactor jefe del diario “Süddeutsche Zeitung”, Kurt Kister, situaba la cuestión nuclear como uno de los tres debates más recurrentes en la historia reciente del país, junto a la culpa colectiva por la barbarie nazi y el estado de la reunificación nacional tras la caída del Muro de Berlín. De ahí la polémica surgida cuando hace una semana –al hilo de los temores a un desastre nuclear en Japón- la canciller Angela Merkel, hasta ahora defensora de seguir utilizando este tipo de energía durante al menos 30 años más, anunció de un día para otro el cierre temporal de varias centrales nucleares y el replanteamiento de la política energética de la locomotora económica de Europa. Cuando en 2005 la líder democristiana pactó con los socialdemócratas del SPD para llegar a la cancillería, la política nuclear fue una de las líneas rojas impuestas por el partido del ex canciller Gerhard Schröder. La coalición de gobierno que él lideró, formada por socialdemocrátas y verdes, acordó que para 2025 estarían cerradas las 17 centrales atómicas que aún funcionan en Alemania.  Durante los cuatro años de “Gran Coalición”, la CDU de Merkel no pudo tocar ese acuerdo. Pero era evidente que en el momento en que se viese liberada de su alianza con los socialdemócratas, la canciller alargaría la vida de las nucleares más allá de la fecha pactada. La propia mandataria dejó clara su postura en el congreso anual de su partido de 2006. “Siempre me parecerá una tontería desconectar plantas nucleares seguras, que no emiten CO2. Ya lo verán: un día los socialdemócratas también se darán cuenta”, dijo entonces. Cuatro años más tarde, ya en coalición con su socio natural, el partido liberal (FDP), Merkel dio el esperado giro a la política atómica de Alemania. Prolongó ocho años más de lo previsto la vida de los reactores más antiguos, construidos antes de 1980, y a los más nuevos les dio una prórroga extra de 14 años, casi hasta 2040. Uno de los argumentos empleados fue que, con las tasas impuestas por el Estado a las empresas operadoras de las nucleares se recaudarían miles de millones de euros, a repartir entre el presupuesto nacional y los planes para impulsar las energías renovables, que suponen en torno a un 17% del mix energético alemán, frente al 23% que representa la atómica o el 45% aportado por la térmica.  Apenas unas semanas después de la entrada en vigor de los nuevos plazos, Merkel ha parado temporalmente siete centrales nucleares alemanas para verificar su seguridad. Además ha impuesto una moratoria de tres meses sobre la ley que prorroga su vida últil. Ha sido la medida más drástica adoptada por un gobierno europeo como consecuencia del desastre nuclear en la planta japonesa de Fukushima. También su retórica ha sido de las más catastrofistas, al calificar la situación en Japón de “apocalíptica”, en un ejercicio alarmista poco habitual en la canciller. El resto de su partido ha cerrado filas en torno a este repertino y discutido giro. En entrevista con el diario “Frankfurter Allgemeine Zeitung”, el jefe del grupo parlamentario democristiano, Volker Kauder, aseguraba que la energía atómica “nunca fue uno de los valores fundamentales de la CDU”. En opinión del redactor jefe del “Süddeutsche Zeitung”, la defensa de la energía nuclear es sin embargo una de las carácterísticas fundamentales tanto de los democristianos como de los liberales. “Al haber desconectado siete reactores ya hemos superado lo que ahora sería realidad con el acuerdo roji-verde”, apuntaba por su parte el ministro de Medio Ambiente, Norbert Röttgen, también de la Unión Democristiana. Reconocía además que, si bien Alemania no puede abandonar de la noche a la mañana la energía nuclear, sí puede hacerlo más rápidamente de lo que su partido aprobó a finales de 2010. Tanto interés por despedirse de los reactores nucleares llega tras la alarma surgida en Japón. Pero también en medio de las elecciones regionales que marcarán la política alemana durante todo 2011. Merkel ha rechazado cualquier viso de oportunismo electoralista en su decisión, que ha justificado como una adaptación a la nueva situación tras los acontecimientos de Japón. Socialistas y verdes sin embargo han calificado el movimiento de “engaño”. Y algunos expertos piden una verdadera discusión sobre el futuro energético del país.  Esa discusión pasará seguramente por aspectos como la necesidad de ampliar considerablemente el tendido eléctrico o por el coste que puede suponer para los consumidores el abandono de la energía nuclear. Según una de las últimas encuestas, publicada el domingo en el diario “Bild am Sonntag”, el 58 por ciento de los alemanes estaría dispuesto a asumir una subida de hasta 15 euros en su factura con tal de decir adiós a las centrales atómicas. De momento, en las elecciones celebradas en Sajonia-Anhalt, el partido de Merkel -gracias o a pesar de este giro atómico- se ha mantenido como la fuerza más votada, con una caída de tres puntos, casi el mismo porcentaje que han sumado Los Verdes, que han duplicado sus apoyos en un “land” que no cuenta con ninguna central nuclear.
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