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Celtiberia show

jueves 09 de junio de 2011, 07:59h
    Vivimos en la España insólita, en el “Celtiberia show” de Luis Carandell. Veamos algunas escenas de ahora mismo, de pura y dura actualidad.     Hoy es jueves, día laborable, y la agenda del Congreso de los Diputados está vacía. No es que sus señorías hayan engrosado las listas del paro sino que, a partir de hoy, las sesiones se limitarán a tres días a la semana (lunes, martes y miércoles), y los demás días quedan a voluntad y a conciencia de los representantes democráticos para acercarse a sus provincias y a sus electores o para no dar un palo al agua. Ayer, por sorpresa, el presidente de la Cámara, José Bono, cuando en el hemiciclo sólo permanecían una veintena de diputados, les planteó la reducción de las jornadas parlamentarias y, aunque los pertenecientes a Partido Popular, CiU, Ezquerra Republicana e Izquierda Unida se desmarcaron, la medida salió adelante. En resumen: en esta semana, que para los representantes del pueblo soberano ya ha terminado, han trabajado (por decirlo de alguna manera), el lunes, el martes, y ayer miércoles, hasta las 12:30 del mediodía. Hala, a vivir, que son dos días, mientras Alemania nos aprieta las tuercas y el personal anda por las calles con el desasosiego como única compañía. Menudo ejemplo…     Pero hay más: los hospitales públicos españoles deben más de 5.000 millones de euros  (sí, sí, lo han oído bien: más de cinco mil millones de euros) a la industria farmacéutica. Y, cuando pagan, pagan tarde: 725 días en Castilla y León, 659 en Andalucía, 633 en Valencia, etcétera. Todo un ejemplo de gestión chapucera que, si en lugar de ser pública fuese privada, pondría a sus responsables de patitas en la calle. Pero aquí nadie dimite, y a nadie se le cae la cara de vergüenza.       Y una última escena de este triste “Celtiberia show”: el Gobierno insta a la Real Academia de la Historia a rectificar algunas entradas del “Diccionario Biográfico Español”, especialmente las relacionadas con personajes recientes como Franco o Negrín o Escrivá de Balaguer.  No entramos en la polémica de si los encargos se han hecho a las personas adecuadas o de si se incurrió en errores o en apreciaciones subjetivas, que seguro que ha sucedido, que es evidente que se produjo. Pero son otras instancias civiles, y no el Gobierno, las que deben exigir una rectificación o “pasar” del dichoso Diccionario. Cualquier cosa menos que el Gobierno entre en corral ajeno y, por este camino, les imponga a los académicos de la Lengua que burro se escribe con uve. > Escuche las columnas de Luis el Olmo en vídeo:
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