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El vuelo de los muertos

viernes 10 de junio de 2011, 11:05h
Indignados. Protestar frente al Congreso es plausible, tanto como abroncar al árbitro desde la grada. Sólo faltaría. Otra cosa es ponerse a hacer las alineaciones, o saltar al campo a rematar un córner, sin ser nombrado entrenador o delantero centro. La diferencia entre ser un ciudadano con mayúsculas o un Jimmy Jump de la democracia es ésa: saber cuál es el sitio de cada uno y no liarse a correr en pelotas por el hemiciclo. Indignantes. Con el sentido de la oportunidad que les caracteriza, los políticos han decidido preguntarse en voz alta si podrían acortar la semana parlamentaria a dos días de sesiones, se intuye para facilitar el retorno al hogar. Sólo hay algo peor que la demagogia sobre los sueldos, el esfuerzo, la corrupción, la vaguería o la incompetencia de los políticos: que hagan lo imposible por merecérsela. Generales. Empiezo a sentir algo de lástima por Zapatero, César en un Senado donde llueven las dagas. El festín caníbal que los suyos se están dando conél es una prueba de culpa propia: todos ellos estaban allí cuando la lumbrera perpetraba todo, y ni uno sólo de ellos levantó la voz. La hemeroteca es la memoria de los olvidadizos, y en este caso parece la vitrina de una charcutería: a cada boutade del presidente, le correspondió sistemáticamente un repique de higadillos y aplausos de sus ahora verdugos. Y de todos esos periodistas  que daban cobertura moral al despropósito y ahora sólo saben decir "marica el último".   Me lo llevo, no te lo quito, es tuyo, no es mío: una vieja confusión que estimula espontáneos, también en la democracia   Tomás Gómez. Es de una madera especial, en concreto de contrachapado. Pero su ceguera tiene una virtud: ensancha sus espaldas como las de nadie y le permite sobrevivirse a sí mismo con una soltura apabullante. Menos pedir la dimisión al 74% de los ciudadanos que no le votó, ha hecho de todo para esconder su cataclismo. Y eso, no lo neguemos, tiene un mérito impresionante: tal vez nunca le comprará una moto, pero no me diga que no le querría para encender una, aunque no tenga gasolina. Esperanza Aguirre. La lideresa sigue teniéndolos cuadrados, pero alguien debería enseñarle  las virtudes de la geometría variable. Usar siempre los frutos de la gallina acaba haciendo tortillas sin huevo: tal vez su oposición se merecía el nombramiento de Echevarría como presidente del Parlamento Regional, pero el conjunto de los ciudadanos tenía derecho a un poco más de tacto. Y no del rectal. La legislatura. Huele a Elecciones que tira para atrás, pero antes del óbito toca comenzar la dura vida en Comunidades Autónomas y Ayuntamientos. En ellas, se impone la estampa de Paul Auster en 'El país de las últimas cosas': vuelan los cadáveres, corren los suicidas y cada día llegan barcos a puerto que jamás devolverán a la tripulación a su lugar de origen. En 'Ciudad Miseria' no hay un duro, más duros serán los tiempos.
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