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Seguimos corriendo por el borde del precipicio

Seguimos corriendo por el borde del precipicio

jueves 14 de julio de 2011, 09:18h
Este verano del 2011 será recordado por la práctica de la sociedad española de un deporte de riesgo: la carrera un tanto inconsciente de las élites y buena parte de la ciudadanía por el borde del precipicio del derrumbe económico. Y no es que el abismo se oculte a nuestros ojos. Los medios de comunicación nos lo muestran casi diariamente, aunque no siempre con la crudeza necesaria. Incluso hay quienes tienen la evidencia muy de cerca, pero no quieren asustar demasiado (Gobierno) o no están dispuestos a subordinar sus intereses políticos inmediatos a la constatación del riesgo (Partido Popular). Solo algunas voces (agoreras) se alzan dispersas para señalar que no podemos seguir correteando por el borde del precipicio como si tal cosa. Un día es el Comisario Joaquín Almunia que nos alerta, otro día un editorial del diario El País o del ABC, por allá una confesión de Rubalcaba sobre el minuto de pánico que sobrecogió a Zapatero la terrible noche de aquel 9 de mayo, por acá un columnista agudo, Manuel Pascua Mejía, que nos recuerda los cracs financieros de Felipe II, y algunos otros pajarracos de mal agüero (pocos) que insistimos en señalar este comportamiento colectivo de riesgo. Pero, seamos serios, todavía no hay un estado de opinión ni una masa crítica suficiente que fuerce a los responsables políticos a tomar medidas de emergencia para que nos alejemos del borde del despeñadero. Como acabamos de ver, las sesiones de control parlamentario, aunque versen fundamentalmente sobre economía, siguen siendo una ocasión para enrostrarse culpas y poco más. Parece como si la carrera electoral ya iniciada, siempre sobre el borde del precipicio, fuera algo completamente aceptable. Pues bien, creo que es necesario que entre todos contribuyamos a formar un estado de opinión que detenga este deporte veraniego irresponsable, mostrando claramente la dimensión del barranco y la necesidad de soluciones colectivas de emergencia para evitar lo que sería una catastrófica caída. Y, por más vueltas que le demos al asunto, la acción más eficaz consiste en adelantarse a la necesidad de que un rescate (al estilo griego) nos fuerce a una política de Estado. Es decir, parece urgente que tenga lugar un acuerdo, sobre todo de las principales fuerzas políticas, para establecer una política de Estado sobre crecimiento y lucha contra el paro. No me cansaré de repetirlo: ese acuerdo nacional no significa necesariamente una gran coalición global ni un Gobierno de concentración. Estos son los últimos remedios ante una completa crisis de emergencia nacional. No hay que usarlos antes de tiempo. Se trata de un acuerdo para establecer una política específica de Estado (como ya se ha hecho con la referida al terrorismo) para salir de la crisis económica, evitando lo peor. Este acuerdo podría empezar con un pacto para examinar conjuntamente los Presupuestos del Estado, pero que se planteara también como un consenso en la campaña electoral, comprometiéndose que el Gobierno que se forme sabría que debe seguir impulsando esta política de Estado y que cuenta con la oposición para ello. El resto de los temas de agenda pueden ser materia de encendidos debates, pero sobre terrorismo y sobre la salida de la crisis económica habría el entendimiento de mantener un acuerdo de Estado. El compromiso para conformar ese estado de opinión favorable a enfrentar conjuntamente la crisis y alejarnos del descalabro económico, puede ser adoptado por toda aquella persona que pueda aportar su granito de arena para la formación de tal corriente de opinión. No importa que no sea el editor de un diario importante o el conocido presentador de televisión o el intelectual de moda. En esta situación excepcional, las cartas al director o los comentarios al pié de una noticia son tremendamente valiosos. La cuestión es ver si se puede conformar un corriente de opinión que nos evite el riesgo colectivo en que estamos metidos. Desde luego, siempre es mejor hablar claro que andarse con medias tintas. Y puedo poner al respecto un ejemplo ilustrativo: el enredo retorico en que anda el expresidente Felipe González. Todo me hace pensar que Felipe nos está tratando de pasar el mensaje de que es necesario que Gobierno y oposición tengan más sentido de Estado. Pero sigue con su rollo de que no quiere ser un estorbo, un enorme jarrón chino en un apartamento pequeño. Esa precaución podría ser válida cuando aconsejó más criterio y control económico en los tiempos en que la economía estaba creciendo a un 4% y no le hicieron ni puñetero caso. Quizás en esos momentos hizo bien en no seguir insistiendo. Pero, por todos los diablos, la situación actual es completamente distinta y de emergencia nacional. Si de verdad está convencido de eso que dice de que es necesario adoptar una estrategia rigurosa, independientemente de su origen ideológico, entonces seguir quedándose en el lugar de “militante incómodo” no parecería suficiente. Su sentido de Estado debe ponerse por encima, aunque sólo sea por unos meses, de su silencio cómplice de militante disconforme. Obviamente, González es ya bastante mayorcito para saber lo que quiere decir. Pero su posición de figura pública nos permite ejemplarizarlo respecto a su posibilidad de contribuir a la formación de un estado de opinión para evitar el comportamiento de riesgo. Desde su posición, hacer un llamamiento a un acuerdo de Estado tiene un peso considerable. Y no sería exagerado creer que sería mejor que lo hiciera claramente que seguir dedicado a los mensajes cifrados. Mientras tanto, las y los convencidos de que ha llegado la hora decisiva de usar el otro elemento de la diada democrática (consenso/disenso) para lograr un acuerdo nacional sobre una política específica de Estado, seguiremos tratando de sumar voces (vozarronas o vocecillas) para ver si logramos esa corriente de opinión que trate de evitar males mayores, de esos que luego hay que lamentar. *Enrique Gomáriz Moraga ha sido desde 1990 investigador asociado de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO)
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