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Fanáticos entre nosotros

Fanáticos entre nosotros

martes 26 de julio de 2011, 12:53h
Los 76 asesinatos de Oslo y de la isla de Utoya exigen una profunda reflexión en la sociedad europea sobre algunas prácticas ilimitadas de discursos de políticos, medios de comunicación y sectores xenófobos y racistas que se consideran tan puros e impunes que pueden provocar que mentes radicales pasen del fanatismo a la locura asesina. Queda mucha investigación por hacer y muchos detalles por desvelar pero la masacre noruega representa la culminación de una situación moral e ideológica que se ha elevado a  una tensión máxima en beneficio de unos votos que puedan situar a esos líderes radicales en el poder. Utilizan los impuestos, el medio ambiente, la inmigración, la islamofobia, “la socialdemocracia”,  en definitiva todo aquello que pueda servir de caldo de cultivo en sectores sociales agobiados por la crisis económica y el paro. Pero no es el caso urgente de Noruega, que ha podido campear con cierta holgura la crisis por sus reservas de petróleo y de sus pesquerías que proporcionan a sus casi 5 millones de habitantes de una renta per cápita de las mejores del mundo. Un privilegio que le ha permitido decir no, en varias ocasiones, a la Unión Europea. Sin embargo, sí ha sido un socio leal y colaborador en las misiones internacionales de la ONU y la OTAN. Pero no es suficiente. La experiencia en Bergen, segunda ciudad noruega, durante el campeonato de Europa de Balonmano, me dibujó una sociedad desbordada en lo social, político y con graves problemas de identidad. Sobre todo, las noches de los fines de semana con demasiados jóvenes tirados en los portales con una altísima tasa de alcohol. Una sociedad con buena protección social, amplios recursos económicos  y que recela cada vez más de los inmigrantes, aunque uno de sus ídolos futbolísticos fuera el jugador negro John Carew, que también  recaló en el Valencia, no debe bajar la guardia para evitar que grupos aislados puedan convertir un sentimiento racista y xenófobo en una idea política que consiga el 23% de los votos, como ocurre en Noruega, y también en otros países del centro y del norte de Europa. Los medios de comunicación debemos tratar con mucho cuidado las informaciones sobre este caso para no justificar en ningún caso la acción de un asesino al que el fanatismo, alimentado desde muchos sectores de los creadores de opinión, le condujo a una locura asesina de la que nadie estamos vacunados.
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