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USA: un ejemplo a evitar

USA: un ejemplo a evitar

lunes 01 de agosto de 2011, 08:51h
Finalmente, antes de empezara la nueva semana, parece que demócratas y republicanos han llegado a un acuerdo sobre la ampliación del techo de la deuda que evite la quiebra financiera de los Estados Unidos. Pero no hay duda de que el daño ya está hecho. Dentro y fuera del país. Los sondeos de opinión han mostrado que la gente quería un acuerdo, por encima de cuales fueran sus contenidos. Y lo deseaban precisamente por la dificultad que ha mostrado la posibilidad de concretarlo. En ese sentido, Obama es el gran perdedor. En primer lugar, por el hecho mismo de que algo tan frecuente en Estados Unidos (la elevación del techo de la deuda), realizado por los últimos Gobiernos republicanos en decenas de ocasiones, le haya sido negado a su Gobierno y se le haya obligado a una negociación en contra y a la baja. En segundo lugar, porque el Presidente ha tenido que deshacerse de su programa de fondo en esta materia, que trataba de ser ligeramente redistributivo. Cierto, el hecho de que se haya logrado el acuerdo puede verse también como una victoria del Presidente. Al menos esa es la tarea que tienen sus asesores de imagen. Pero si lo logran será una victoria personal, que puede perfectamente compatible con un empeoramiento de la clase política en su conjunto. Lo que, evidentemente, significa un mayor desgaste del sistema político . La evidencia de las dificultades de esa clase política para hacerse cargo de los intereses globales del país parece que no se va a escapar a mucha gente. Algunos analistas ponen énfasis en el incremento de la polarización ideológica que experimenta esa clase política, como causa de la excesiva tensión suscitada. Eso puede ser cierto, pero no es justificación suficiente para que no sean capaces de ponerse de acuerdo sobre los retos básicos que tiene el país. Como si la democracia no fuera precisamente el mejor espacio para distinguir el cuadro general del disenso y los momentos decisivos del consenso. También fuera del país la impresión es poco edificante. Si el Presidente Obama ha sostenido que el liderazgo mundial de los Estados Unidos debe hacerse a partir del buen ejemplo, el espectáculo dado estos días no supone precisamente un avance en esa dirección. ¿Es esa la clase política que tiene que liderar la búsqueda de soluciones ante los problemas globales del planeta? ¿Es una exageración pensar que esas mismas debilidades internas que ha mostrado Washington estas semanas hacen recordar ecos familiares de la decadencia de imperios anteriores? El ejemplo de lo sucedido en Estados Unidos es particularmente significativo para la España actual. También aquí existen dudas de si la clase política tendrá altura de miras. Porque, frente a la crisis económica, no hay en este país ningún economista serio que no se dé cuenta de que ni el Gobierno socialista, ni el probable Gobierno del PP, podrán encarar en solitario la tarea de sacar a España de la crisis. Sin embargo, los líderes de las fuerzas políticas mayoritarias parecen empeñados en guardar silencio al respecto o, a lo sumo, hacer tenues alusiones a que ese acuerdo nacional, específico y como política de Estado, será algo a plantearse tras las elecciones y nunca antes. Claro, al adelantarse las elecciones, puede parecer que, total, nos falta poco de escenario para la trifulca. Sin embargo, estos meses hasta las elecciones pueden mostrar a las claras si la clase política sigue dando muestras de intereses particulares y cortoplacistas de poder, o, por el contrario, tiene visión estratégica y sentido de Estado. La contienda electoral no puede verse como un momento de lucha entre opciones exclusivamente, también puede ser el momento perfecto para mostrar la necesidad de un acuerdo sobre una política contra el terrorismo o sobre la salida de la crisis económica (manteniendo el resto de los temas en el debate político de posiciones). Entre otras razones, porque al día siguiente de las elecciones la agenda económica del Gobierno seguirá siendo demasiado pesada para tratar de arrastrarla por sus propias fuerzas. Como se ha insistido, el cambio de Gobierno no resolverá por si mismo ese dilema. Y ocultar esa evidencia a la gente durante la campaña electoral es bastante parecido a un engaño colectivo. En suma, la ausencia de sentido de Estado no debe ser un ejemplo a imitar, aunque proceda del país más poderoso del mundo.
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