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Caras al sol: El Sioux (IV)

Caras al sol: El Sioux (IV)

jueves 18 de agosto de 2011, 18:45h
Hace una docena de años, al decidir cambiar de rumbo profesional, llamé al entonces presidente de la Xunta, Manuel Fraga, para comunicarle que había solicitado la baja como director de El Mundo. Hablamos en su despacho durante media hora y, ¡cómo no!, sellamos el encuentro hablando de la pesca de la faneca. Fue entonces cuando le recomendé a mi amigo Fran, guardia municipal de Boiro, como el valor más seguro para regresar a puerto con el cesto lleno. Ignoro qué pasó más tarde, pero lo cierto es que desde entonces el veterano político acudió todos los veranos, acompañado por su nieto, al puerto de Cabo de Cruz. Don Manuel, como antes lo hiciera su amiga Loyola, rechazaba siempre las invitaciones cinco estrellas. Los años, sin embargo, no perdonan y el viejo marinero ya no puede poner pie en la gamela de la que, a buen seguro, guarda el mejor de los recuerdos.    Alguien me contará un día qué sucedió, aunque yo me lo imagino, pero a Mariano Rajoy alguien le “sopló” cómo pescar sin perder los nervios. Y el jefe de los populares, aunque veranea en Sanxenxo, a media hora larga de distancia, siempre reserva una fecha para acercarse con su hijo a Cabo de Cruz y mojar los anzuelos en el lugar exacto elegido por el patrón. Todo normal, si no fuera porque ese  día conserveros y otros industriales, que hacen gala del sello popular, se acercan hasta el puerto a rendirle honores. Alguno, incluso, se deja acompañar por una carpetilla, esperando tener una pequeña oportunidad de hacerle la exclusiva pregunta de “qué hay de lo mío”. Sobran todos porque la embarcación solo tiene capacidad para cinco tripulantes. Y sobran también los alcaldes “peloteros” de la zona que más tarde comparten marisco y puros; unas veces en “Loliña” de Carril y otras en “Casa Isolina” en Taragoña.    Rajoy y su hijo están encantados con las horas que le dedican a la mar. Lo malo es que el tiempo no es previsible y la niebla y el nordeste complican la faena. Pescar se pesca, porque el patrón se las sabe casi todas y prohíbe regresar vacío a puerto. Ayudado por una diminuta sonda utiliza sus habilidades naturales para encontrar el punto exacto en el que se encuentra el banco fanequero, de 20 a 50 metros de profundidad. Fran se echa la mano derecha sobre los ojos, a modo de visera, y otea el horizonte con la esperanza de encontrar las “marcas” que garanticen el éxito. Geometría pura: la esquina de aquella casa con la chimenea de la fábrica de conservas y la punta del pinar con el pico de alguna montaña de la Sierra del Barbanza. Si las dos coinciden, plomo al agua. Pero la niebla siempre está al acecho…    Hace algunos meses, según me contaron unos periodistas de Granada, Rajoy comentó sus hazañas marineras y ensalzó la “buena mano” del patrón, al que bautizó con acierto como “El Sioux”, en recuerdo de aquellos valerosos indios que se asentaban en los territorios que hoy forman parte de los Estados Unidos. Lo que no sabe don Mariano es que aquellos indios, que arrancaba las cabelleras enemigas, a los blancos les llamaban “Perros Ladrones”. Juro solemnemente que esto no va con segundas intenciones.   Félix Lázaro. Periodista. Próxima y última entrega: QUE DIOS NOS PILLE CONFESADOS
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