Recortes

Recortar es el verbo de moda entre los políticos españoles:  en  personal, en salarios, en infraestructuras, en empresas.  Ayer el Rey Don Juan Carlos comentaba, tras un almuerzo con los presidentes del Gobierno y del Congreso, con Zapatero y con Bono, que "hay que hacer sacrificios". Cataluña aplaza dos meses los pagos a las residencias que cuidad a ancianos y a discapacitados... Extremadura, Murcia y Castilla y León rebajan en un 20 por ciento sus cuentas públicas. Ayer fueron Navarra y Baleares las que se sumaron a las restricciones para ahorrar 400 millones de euros, para lo que el Gobierno balear eliminará 800 puestos de empleados públicos. Y, por si a alguien le consuela, en la vecina Francia, donde "también cuecen habas", unos 30.000 funcionarios quedarán en la calle en el próximo año.      Hoy el gran símbolo de España no es el toro de Osborne ni la camiseta roja de la selección ni el "Guernica" de Picasso, sino que es una tijera, una inmensa tijera de cuyas hojas salen miles de tijeras medianas o pequeñas, a la medida de la poda que en cada caso se les encomiende. Y como estamos en tiempo pre-electoral, Rajoy dice que la tijera de Rubalcaba es más feroz que la suya, mientras que el candidato popular dice que para recortes y para destruir riqueza nadie lo hace mejor que los socialistas.     La realidad es terca, los números cantan y, como dice Barack Obama, "no estamos hablando de lucha de clases sino de matemáticas".  Nos da la impresión de que quedan muy lejos aquellos tiempos en que en España se ataban los perros con longaniza, en que se construían edificios inútiles, en que las autonomías abrían embajadas en todo el mundo, en que se contrataban asesores por decenas. Pero, amigos, esos tiempos fueron ayer mismo. Y estamos pagando las consecuencias. Primero el símbolo de España fue la chistera mágica de la que salían conejos de oro. Ahora es la tijera, que a veces corta por lo sano, y que no deja títere con cabeza.