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Chinos

Chinos

Una de las características centrales del populismo es el incremento “artificial” de los salarios,  por un tiempo. Lo “artificial” de esta bonanza en los ingresos de los trabajadores surge, precisamente, del hecho que, en promedio, los aumentos se producen muy por encima de las mejoras de productividad y escala.  En un contexto adverso al acceso al capital, las empresas, una vez que llegan al máximo de su producción, ven amenazada su tasa de ganancia, dado que esos mayores costos laborales no pueden ser compensados con una baja sustancial de los costos del capital. (Incluyendo en estos costos no sólo la tasa de interés, si no las típicas consecuencias del populismo: reducido tamaño del mercado de capitales y el crédito, las discrecionales restricciones al comercio local e internacional, la inseguridad jurídica, las expropiaciones indirectas,etc.). Frente a esta situación, las empresas que pueden empiezan a ajustar sus precios al alza, para defender su rentabilidad, y cuando estos aumentos de precios empiezan a descolocarlas frente a la competencia importada, demandan mayor protección (cierre de las importaciones), las que venden en el mercado interno. O una devaluación, o reintegros impositivos, las que exportan. Y crédito barato, para compensar los aumentos de costos laborales, ambos sectores. Como el cierre de la economía tiene un límite (más ahora con las regulaciones globales, las represalias de los socios comerciales, y, sobre todo, la internacionalización y especialización de la producción); y cómo crédito barato hay para pocos, porque la misma mecánica populista destruye el mercado de capitales y la oferta de ahorro en moneda local (porque la tasa es negativa, para incentivar el consumo), tarde o temprano, llega el ajuste devaluatorio y los salarios, valuados en dólares, vuelven, lamentablemente, a la “normalidad”. Es esta “intuición” la que ha llevado, en los últimos meses, a la dolarización de los portafolios, es decir a la compra de dólares por parte del público, que es conciente que un aumento de costos del 20-25%, anual, contra ajustes cambiarios del 5-10%, resulta a la larga, insostenible, en  el escenario descripto. Sin embargo, este escenario “artificial” podría prolongarse más de la cuenta, dado que estamos frente a un mundo de un dólar que se ha devaluado; de monedas emergentes apreciadas, y de buenos precios de los commodities, lo que modera la pérdida de competitividad local. Y que las reservas del Banco Central lucen suficientemente elevadas como para administrar la demanda de divisas sin saltos bruscos del tipo de cambio.  En especial, si se intenta algún acuerdo de precios y salarios, post elecciones. (Hay que entender que lo que se necesita es un cambio de precios relativos y no, simplemente, que todo suba a menos ritmo, de allí que el “acuerdo”, como está pensado, sirve sólo para moderar el problema, pero no lo revierte). Las últimas líneas para darles un ejemplo de lo que significa costos laborales altos y costos del capital elevados. ¿Nunca se ha preguntado cuál es la ventaja competitiva de un ciudadano chino para poner un supermercado en Buenos Aires (se abren 20 por mes), frente a un almacenero argentino que desapareció?. A simple vista, no hay explicación. Un chino, no conoce el idioma, no conoce el país, no conoce el mercado, no conoce los productos. Sin embargo, una mirada más profunda nos da las pistas. En primer lugar, el supermercadista chino no está sólo, ni aislado, se inserta en una “red”, en un modelo probado por sus connacionales y antecesores, al estilo de las “franquicias” occidentales.  Pero esto, siendo importante, no es lo central. Los almaceneros argentinos también pudieron haber armado una red de franquicias, o de compras comunitarias, etc. El segundo diferencial, es que los chinos tienen una espectacular tasa de ahorro, que les permite acumular capital y financiarse, sin necesidad de recurrir al sistema bancario. (No necesitan acceso al crédito, y tienen bajos costos de capital).  El tercer diferencial, es que trabaja toda la familia, sin horario. Es decir, eluden, los elevados costos laborales e impositivos y lo complementan con gran productividad. Es decir, a contrario de los locales, tienen bajos costos laborales y bajos costos de capital. Esa es su gran ventaja competitiva frente a nuestros connacionales. Cuando le conté esto a mi hija menor (Mariana, 13 años) me hizo una reflexión que es el corolario natural de este panorama: “Por eso los argentinos no tienen autoservicios, tienen kioscos”.