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Crímenes perfectos

Crímenes perfectos

lunes 23 de julio de 2007, 01:41h

Como me enseñó Guillermo Martínez en su hermosa novela “Crímenes imperceptibles”, y ya les comenté alguna vez, un crimen perfecto no es el que no se puede resolver, sino el que termina incriminando a otro, u ocultando al verdadero criminal.

Obviamente, los gobernantes, los jefes, los gerentes, son (¿Somos?) especialistas en este tipo de crímenes. En la medida que logremos esconder al verdadero “asesino” y echarle la culpa a “otro”, tenemos el problema resuelto.

La caída de la Ministra Miceli y los casos de corrupción que me rodean cerca del poder son buenos ejemplos de estos crímenes.

Pero permítanme un comentario respecto de la designación de Miguel Peirano, antes de avanzar en el tema central de estas líneas.

Está claro que el Ministro de Economía de la Argentina es el presidente Kirchner, pero ello no significa que Miceli y Peirano son sinónimos.

Me explico. Miguel Peirano es un economista profesional fuertemente identificado con el “modelo productivo” que inauguró la dupla Duhalde-Lavagna. Modelo que continuó la dupla Kirchner-Lavagna y que se vio claramente desdibujado durante el período Kirchner-Miceli.

En efecto, el intento del presidente por acelerar más de la cuenta el crecimiento económico afectó seriamente las bases del modelo productivo. Costos creciente, rentabilidad cayendo, problemas de oferta, tipo de cambio real fuertemente dependientes de la revaluación de las monedas competitivas, presión impositiva en aumento, restricciones a la exportación. Paradójicamente, y salvo en infraestructura y proveedores del Estado, “extranjerización”, del capital de las empresas más importantes. Falta de incentivos a la innovación y el cambio tecnológico, problemas crediticios, etc.

No es que las condiciones “extraordinarias” del 2003-2005 podían durar para siempre, pero lo cierto es que se esperaba que ese mundo ideal se extendiera lo suficiente y se complementara institucionalmente lo necesario, como para ir reemplazando lentamente la “rentabilidad precio” por mejoras permanentes en productividad, cambio tecnológico, fortalecimiento exportador, normalización de precios relativos, etc.

Lo cierto es que las urgencias electorales del presidente y, porque no, cierta irresponsabilidad técnica, llevaron a que, a mi juicio, las ventajas del “modelo productivo” se perdieran más rápidamente de lo esperado, al menos por sus protagonistas.

¿Significa entonces que la designación de Peirano es una vuelta al esquema del 2003-2005? Imposible. Por dos razones. Primero, como pasa siempre en economía, y en la vida, las condiciones iniciales son ahora distintas y no se puede volver atrás. Segundo, porque ahora las urgencias electorales del presidente, con Cristina como candidata, sospechas de corrupción, problemas energéticos e inflación creciente, son mayores, o al menos similares que las del 2005, cuando el objetivo era poner de rodillas al duhaldismo de la provincia de Buenos Aires, condición necesaria para el proyecto presidencial del 2007.

Sin embargo, la designación del amigo Miguel no resulta neutral. En todo caso indica la preocupación por recomponer las relaciones con el sector empresario más perjudicado por la crisis energética y el desborde sindical, alentado o tolerado desde el gobierno. Y reflotar una alianza que parecía desgastada en los últimos meses. Posiblemente se avance en algunos anuncios marketineros vinculados con financiamiento o estímulos productivos adicionales para compensar parcialmente los mayores costos y, en todo caso, se comience a tantear el “Programa Cristina” de acuerdo social, altamente necesario, según la presidenta y su equipo cercano, para encarar “el cambio dentro del cambio” o la “profundización del cambio” (El publicista del gobierno va a tener que elegir finalmente la frase más adecuada y poner “en sintonía” a todo el gobierno en torno a ella, para seguir evitando confusiones).

Lo cierto es que el período de “desacelere” que tendrá que encarar el gobierno después de las elecciones requerirá un manejo político de la macro y, además, un manejo ciertamente técnico de la macro, para evitar que el desacelera se transforme en frenazo brusco. Pero ése será tema y riesgo para más adelante.

Volviendo a la cuestión “criminal”, lo que intento reflejar desde que estalló el caso Skanska, es que más allá de los funcionarios involucrados, el verdadero “asesino” es el sistema.

El caso Skanska no surgió por haber sido detectado por la Auditoría General de la Nación, o por el propio Poder Ejecutivo, o por las comisiones respectivas del Congreso, o por una sesuda investigación periodística. Apareció cuando la AFIP, investigando otra cosa, facturas inventadas para “ennegrecer” fondos, descubrió que muchas de esas facturas las pagaron empresas, casualmente vinculadas a obras públicas, o entes públicos que contratan publicidad, etc.

Lo que puso de manifiesto, al menos por el momento, la investigación es que un sistema “tradicional” de Empresa Pública contratando o el Estado ordenando contratar a empresas privadas, con fideicomisos y otras variantes legales que eluden sistemas transparentes de licitación-si es que existe tal cosa-, son equivalentes. Y generan un ámbito perfecto para la corrupción, los sobreprecios, los vicios de construcción, o los ajustes “por mayores costos”.

Simplemente que, ahora, por el mejor control impositivo y por regulaciones que emanan de la lucha internacional contra el terrorismo y el lavado de dinero las empresas que “pagan” necesitan el servicio de “fabricantes de comprobantes de pagos para respaldar los pagos”.

Y esto sucede en los fideicomisos de Kirchner, en la Petrobras de Lula, obviamente en la PDVESA de Chávez. Pero también con la obra pública en el estado alemán, francés, chino o japonés.

De allí que fue y es necesario tratar de minimizar el problema. Privatizar, rediseñar los sistemas de contratación y control cruzado, adecuar las tecnologías de investigación administrativa, etc. No sólo “castigar” a los culpables.

Una discreción adicional. Los políticos, en especial los “progre”, en esta idea de desviar la atención hacia otros culpables, mencionan lo que es obvio: “Siempre hace falta dos para bailar el tango”. Ello es rigurosamente cierto.

Pero ante un funcionario corrupto, el privado tiene la opción de cambiar de negocio, denunciar o aceptar. Cambiar de negocio no siempre es fácil. Denunciar implica comportamientos heroicos. Aceptar es, lamentablemente, el camino más sencilla, en especial con la justicia argentina y la falta de “castigo moral” de la sociedad. Los funcionarios, en cambio, tienen otro tipo de opción, pueden ser honestos, por ejemplo, lo cual no requiere ningún comportamiento especial. Es cierto, entonces, que se requieren dos para bailar el tango, “pero uno tiene que hacer de varón”.

Retomando, entonces. También detrás del caso Miceli existe una trama poco clara. Sólo puesta en descubierto por un “olvido” o una “distracción”. El conjunto de mentiras que siguieron a ese “error” implica que allí hay otra cosa.

Fondos que no se sabe como llegaron al poder de la Ministra, ni porqué. Y también allí, nada surgió  a partir de la aplicación de un sistema de control implacable.  Al contrario, la investigación se desató después de que un bombero, un policía y un par de ordenanzas, encontraron lo que no tenían que encontrar. Y “alguien”, vengando alguna interna, o enojado por haberse “quedado afuera”, le pasó la información a un periodista.

A estas alturas, está claro que este gobierno, como muchos otros, sigue siendo exitoso en cometer “crímenes perfectos”. Desde el caso Skanska hay dos funcionarios procesados, pero el sistema que lo permitió sigue intacto. La Secretaria de Medio Ambiente continúa en su cargo y no despidió a nadie de su nutrido grupo de familiares y amigos. Ni devolvió los muebles, ni redujo su planta de personal contratado. Miceli se fue a su casa y se prepara para enfrentar a la justicia, pero el esquema que ha permitido que un “ladrillo” de dinero salga del Banco Central, pase por una Caja de Crédito y 15 días después esté en un baño del Ministerio de Economía sigue vigente.

De manera que, sin sistemas que minimicen las chances de corrupción. Sin controles cruzados que balanceen los actos de gobierno. Con presupuestos armados con poderes especiales para el Ejecutivo y con sobrantes espectaculares sin destino previo. Con un Poder Judicial limitado, con pocos recursos, lento por definición y amenazado. Con la hipocresía de bajos sueldos “en blanco” para los funcionarios. Lo más probable es que sigamos presenciando “crímenes perfectos”, solo amenazados por internas feroces y filtraciones a la prensa.

Y seguiremos dependiendo de que el azar o la Providencia Divina nos permita tener funcionarios que sean, a la vez, eficientes, honestos, héroes y mártires.

Demasiado pedir.

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