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Un ministro atribulado

martes 24 de julio de 2007, 10:18h
El alto responsable está cansado, y se le nota. Un día agotador, parte de él en el extranjero. Ya por la noche, recibe al periodista. Sobre los hombros del alto responsable reposan demasiadas cargas. Las más graves. Quizá algún día, cuando todo pase, lo contará todo. De momento, nada. No hay manera de convencer al Gobierno de que ‘algo’ ha de contar en relación con el proceso de paz con ETA, para mantener su credibilidad. El hombre que tengo enfrente es honesto, y todos lo saben, aunque desde la derecha montaraz lo ataquen con saña. El dinero no le interesa, y lleva años ganando mucho menos que cualquiera de sus colegas de la Facultad, allá por los primeros setenta.

El alto responsable, como el resto del Gobierno, vive momentos de tribulación: en cualquier momento se puede producir un atentado de ETA. Ya se han desarticulado cuatro intentos. Se indigna cuando se le sugiere que ahora hay detenciones y antes no. Antes había tregua, no había actividad de los comandos y, por tanto, no se les podía detener porque no se movían. No sería un atentado masivo, pero podría ser con víctimas, piensa la policía. Lo que ocurre es que la policía puede que esté nerviosa –esto no lo dice, claro, el personaje que tengo enfrente—y dé el cante excesivamente rápido cuando se produce una detención; la de Santander se ‘congeló’ dos horas, en la confianza, vana, de que se podría arrestar a la compañera del etarra. Otras, como la de Castellón, se conocieron demasiado rápido, y quizá eso posibilitó la huido del etarra y de los cómplices.

 Quedan unos setenta activistas, jóvenes, a algunos de los cuales se les paga un sueldo. Y los dirigentes de la banda, te reconocen, no son el grupo de fanáticos ignorantes que componen los comandos. En la negociación con el Gobierno han demostrado que tienen ua estrategia y una táctica. Eso sí,  están completamente enloquecidos en busca de sus tesis imposibles para el País Vasco. Y ahora están cortados los puentes, todos los puentes. Y eso es indudablemente malo, aunque quienes saben, o creen saber, esperan nuevas aproximaciones de los etarras a la negociación; pero pasarán muchos meses, quizá dos o tres años, antes de que eso vuelva a ocurrir, me dice, pesimista.
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