www.diariocritico.com
Clausura de la vicepresidenta De la Vega del Encuentro “El español, lengua de diálogo”

Clausura de la vicepresidenta De la Vega del Encuentro “El español, lengua de diálogo”

jueves 09 de agosto de 2007, 18:24h
Buenas tardes,

Señoras y señores,

Amigos y amigas

Disculpen si comienzo con algo que puede parecer una obviedad: con la lengua construimos y habitamos el mundo. Y permítanme que explique, en un contexto como el que nos ha reunido en Buenos Aires, por qué he decidido comenzar mi intervención señalando algo que es tan evidente.

Compartir una lengua es crear un tejido en el que los objetos y los sentimientos se expresan en la misma dimensión, pero los matices que cada ser humano imprime a esa lengua común permiten enriquecer infinitamente esa realidad que creamos con el lenguaje, porque infinita es la variedad entre las personas, porque infinito es el ámbito de los deseos y de los sueños, porque infinita es nuestra capacidad de nombrar. Por eso la lengua abre y enriquece indefinidamente el mundo, porque la lengua tiene la preciosa virtud de unir sin uniformizar.

Cuando Borges imagina ese libro infinito e irrepetible, ese libro que -dice Borges- “es de arena” porque siempre queda abierto a nuevas posibilidades, nos está señalando, desde la grandeza del idioma español en el que escribe, que la lengua comunica y crea, precisamente, porque siempre puede inventar; y que en tal invención está configurando el porvenir.

El español es una lengua utilizada por millones de personas en el mundo; pero es mucho más. Hoy el español se ha convertido en una lengua de diálogo en el más amplio sentido de la palabra. En una lengua que, más que nunca, entrega a los cerca de quinientos millones de personas para quienes es lengua materna un espacio de fructífera convivencia desde la diversidad, y un atractivo aliciente social y económico para otros muchos millones de hombres y mujeres más que encuentran, en la lengua española, una hermosa herramienta de futuro. Una herramienta con la que día a día unen pensamientos, sentimientos y esperanzas.

Hablar español, pertenecer a la plural comunidad de los que vivimos en esta lengua, supone entender lo diverso como un enriquecimiento y ver un mundo más ancho y con más matices gracias a la riqueza acumulada por millones de hablantes a lo largo de siglos.

Y ese mundo que habitamos todos los hispanohablantes posee una geografía indiscutible, una geografía que señala que podemos ser protagonistas del presente y del futuro ayudados por lo que el español es capaz de aportar. Por eso, debemos trabajar juntos para que “pensar en español”, o trabajar en español, sea una realidad también en el ámbito internacional y que se sitúe en igualdad de condiciones con otros idiomas que, tradicionalmente, llegan asociados al prestigio de la investigación o la ciencia, a las nuevas tecnologías y la sociedad de comunicación.

Toda inversión en hacer del español una lengua prestigiosa en el terreno científico, tanto como ya lo es, indiscutiblemente, en la literatura por poner un ejemplo, es una inversión en educación, bienestar y convivencia. Ayudar a que el español sea una lengua indiscutible en el ámbito de la comunicación, de la tecnología de la información y del conocimiento, es ayudar al entendimiento, al acercamiento de pueblos y personas, a la consolidación de la democracia y la libertad de nuestras regiones.

Defender el español en el mundo, contribuir a una extensión que por sí sola resulta ya espectacular, es un deber de los gobiernos y en general de las sociedades que se comunican en nuestra hermosa y rica lengua. Y ello, no por un afán chauvinista o de mera competición, sino porque con ello estamos ampliando y extendiendo la red de la palabra y de la cultura de la que participan y disfrutan todos los hispanohablantes. Con ello estamos, en definitiva, abriendo el mundo a los ciudadanos iberoamericanos.

También sería irresponsable obviar lo que suponen, económicamente, las industrias que se generan alrededor de nuestra lengua, tanto vinculadas con los medios de comunicación, prensa, radio, televisión e internet, que viven un gran auge, como el cine, la literatura o el propio aprendizaje del idioma.

Además de difundir por todos los países nuestros valores, nuestras culturas y nuestra manera de ver el mundo, las industrias vinculadas al español ofrecen posibilidades de trabajo y de dignidad a millones de personas, que desarrollan su vida profesional de la mano de nuestro idioma.

Uno de los mejores ejemplos de esa pujanza y de ese interés por el español en el mundo y que hoy hemos analizado aquí, lo ejemplifica el Instituto Cervantes, que está presente en 62 ciudades de 39 países en los cinco continentes. El Cervantes es una institución que lleva por todo el mundo no sólo el español de España sino la lengua y la cultura de toda la comunidad iberoamericana.

En esta legislatura se va a batir un récord y se van a abrir 24 nuevos centros, seis veces más que en la anterior. El presupuesto de esta institución ha aumentado con este Gobierno un 26%, y estamos orgullosos de que esto permita incrementar la presencia de las culturas iberoamericanas en todo el mundo.

La apuesta, por tanto, del gobierno español, por la defensa y extensión de nuestra lengua común creo que es una apuesta indudable. Una apuesta a la que espero e invito que se sumen todos los agentes sociales, las instituciones, las empresas, los medios de comunicación; en definitiva, todos cuantos operan, crean riqueza o tejen nuestras sociedades.

Señoras y señores

En esta jornada han participado personalidades a las que no tengo por menos que agradecer su generosidad y su sabiduría. Lo hago como ciudadana, y como ciudadana que, además, tiene responsabilidades públicas. Los ponentes y participantes en las distintas sesiones, celebradas bajo ese sugerente epígrafe de “El español, lengua de diálogo”, han ido entregando claves que habremos de empezar a concretar en planes y acciones específicas.

En el reciente Congreso de la Lengua celebrado en Cartagena de Indias, se definió el español como esa lengua unida en su diversidad. Considero que todos debemos enorgullecernos de pertenecer a una comunidad cuya grandeza estriba en compartir esta lengua común porque es distinta, diversa, y está enriquecida por nuestras historias particulares, específicas, por el recorrido de las mismas, sin que eso signifique que estemos lejos, sino todo lo contrario: en nuestras diferencias estamos, precisamente, muy próximos. Esta visita oficial, que me ha llevado por Guatemala, Honduras, Ecuador, Nicaragua, Chile y Argentina, no podía concluir de un modo más alentador.

He visitado países en los que, en español, hemos buscado fórmulas para seguir progresando conjuntamente, para seguir trabajando unidos por la dignidad de las personas, el avance de los pueblos, para seguir construyendo un futuro compartido. Y hemos trabajado desde esa hermandad del español, demostrando que, entre todos, vamos a conseguir esos objetivos del milenio que hemos asumido como una responsabilidad de todos.

He visitado países en los que, en español, la tierra que hace muy poco desprendía derrota hoy ofrece esperanza, ilusión, testimonios de grandeza. He compartido palabras tan cargadas de principios, tan llenas de humanidad y esperanza como para que los niños y las niñas las hagan parte de sí y las conviertan, cuando sean adultos, en democracia inalterable, en libertad y solidaridad invencibles. Su firmeza se oía en español.

He visitado proyectos, escuchado sugerencias, discutido estrategias y alternativas. He aprendido el valor incuestionable del corazón que se abraza a la sensatez y a la imaginación, a la responsabilidad y al compromiso. Y hemos compartido la alegría, la preocupación, el pacto, el deber y la responsabilidad en una lengua que es nuestro patrimonio común. Y en ella, igual que en el verso de Juan Gelman, hemos considerado la injusticia “escándalo del mundo” y nos hemos comprometido, todos, a trabajar por hacerla desaparecer.

Iberoamérica es, cada vez más, una actitud ante la vida, una manera de estar en el mundo. Del mismo modo que este continente creció con la llegada de tantos españoles que encontraron en él la semilla de la esperanza, hoy España crece porque argentinos, ecuatorianos, dominicanos, hondureños, peruanos, bolivianos, uruguayos, chilenos, y gentes de tantos otros pueblos han llegado al otro lado del mar para trabajar, para estudiar, para inyectarle juventud a la vieja Europa, para abolir distancias entre unos y otros. Para que todos aprendamos, con humildad y agradecimiento, los unos de los otros.

En español.

¿Quién no ha querido, alguna vez, como en esa Rayuela, de Cortázar, atravesar el espacio y el tiempo y estar, a la vez, aquí y más allá de nuestras esperanzas? Eso nos lo permite la lengua española, ese instrumento mágico y real que hace que estemos en uno y otro lado de este barco de palabras que surca el mundo.

Muchas gracias
¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios