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Escogiendo las batallas

Escogiendo las batallas

sábado 11 de agosto de 2007, 00:45h
Está claro que lo que más le puede convenir a la oposición es provocar que el Gobierno se enrede en pequeñas polémicas desgastadoras. Y lo que identifica a una de estas polémicas es que ninguno de sus posibles desenlaces deja como conclusión algo positivo. Simplemente, no hay cómo ganar en algo que no conduce a ninguna parte. 

De ese tipo de situaciones, lo único que queda es la sensación de desconfianza hacia la autoridad, aunque no se sabe exactamente a qué se debe este efecto.

Pero los gobiernos no se pueden dejar atrapar por estas redes de humo. Intentos de este tipo serán compañía constante y hay que acostumbrarse a responder de modo adecuado. 

Cuando se cae en la tentación de responder por todo, es que se ha perdido el rumbo. Si ello sucede, el Gobierno se debe preocupar de lo que pasa en su interior, no de lo que sucede con los medios, cualquiera sean las intenciones de éstos. 

Por principio, existen ciertas críticas que se descalifican a sí mismas. Son las que llegan a la descalificación personal y al insulto gratuito. Éste es el tipo de cosas que no se responde, porque no se puede contestar lo que abunda en prejuicios o emociones pero carece de argumentos.

En cambio, existen otras materias en las que no queda más alternativa que establecer una defensa formal, como en las interpelaciones parlamentarias. Pero hasta el menos astuto advierte que cuando interpelar se vuelve rutina, su efecto va del impacto a la costumbre. Además, ¿hasta dónde puede llegar la acción opositora de interpelar a los ministros sin que se haga evidente que el daño supera todo posible beneficio? 

Simplemente, no parece haber graduación en las acciones emprendidas y ése es el camino corto al hastío y el cansancio de una opinión pública que no ve utilidad manifiesta en puestas en escena que consumen dedicación y esfuerzo sin agregar información adicional relevante para formar un juicio ciudadano, cuya atención nunca estuvo centrada en ninguno de estos avatares.

Con todo, los procedimientos de la democracia se deben seguir sin chistar. Mientras no se perfeccionen, se tienen que seguir al pie de la letra. Lo importante es no detener la marcha normal del sector público y la implementación de las políticas públicas.

Un vistazo a la carta de navegación

Engancharse en debates sobre lo que podría haber acontecido no tiene justificación. Es como si las tareas del momento no fueran lo suficientemente importantes como para ocuparse de ellas. Para evitar que eso pase hay que recordar cada cierto tiempo la carta de navegación del Ejecutivo para evitar desconcentraciones. 

Michelle Bachelet se ha preocupado de impartir señales de orden y coordinación desde La Moneda para el resto del Gobierno. Sin duda, seguirá profundizando este camino en las semanas que siguen, puesto que no se puede pedir a los demás que sean perseverantes en sus propósitos y sus funciones si no se hace lo propio, actualizando periódicamente las directrices superiores.

Una de las mayores virtudes del Ejecutivo ha de ser la perseverancia. Ha de tener confianza en la efectividad de sus políticas. Éstas requieren un cierto tiempo para rendir frutos y más para llegar a apreciarse masivamente. Pero, si se tiene la certeza de que, al final será evaluado por resultados verificables, entonces no puede contentarse con logros mediocres, con justificaciones permanentes o con trabajos a medio terminar. 

Tiene que tener el propósito de acrecentar el apoyo ciudadano a sus principales metas, porque se trata de ganar el juego democrático que se resuelve en la mente de las personas. Nunca es un puro asunto de kilómetros construidos, edificaciones levantadas y cifras en azul.

En la actualidad, las evaluaciones externas a la administración Bachelet se caracterizan por su criticidad y su pesimismo. Pero la vara con que se mida el Gobierno ha de ser un exigente calendario interno de tareas de cumplimento verificado y seguimiento al día. 

Lo que termine por pasar con el Gobierno está por definirse. Hasta las encuestas parecen no decidirse entre rechazo y apoyo. Finalmente la tendencia tendrá que definirse. 

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Víctor Maldonado
Analista político
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