El encuentro fue un monólogo absoluto de los valencianistas, pues su dominio sobre el inocente equipo sueco fue abrumador. Los nórdicos renunciaron desde el principio a intentar explotar su mejor preparación física frente a los locales y se encerraron en su área con la esperanza de salir de Mestalla con un resultado digno.
Sin embargo, Quique no se guardó ninguna bala en la recámara y puso sobre el césped toda su artillería. Villa, Silva, Joaquín y Morientes formaron un ataque demoledor ante el que el equipo sueco sólo resistió hasta el descanso.
Había demasiado en juego como para reservar jugadores y el técnico puso en liza un once que ya le hubiera gustado poder alinear en más de una ocasión la temporada pasada, cuando cuando las lesiones asolaban al equipo.
Le hubiera gustado contar con el oficio y la contundencia de Albelda, la visión futbolística de Baraja y, sobre todo, con la capacidad para desbordar de Vicente. Con él sobre el césped todo es más sencillo.
El extremo valenciano participó en casi todas las jugadas de peligro de su equipo. De hecho, la mayoría de las ocasiones de que dispuso el Valencia en el primer periodo llegaron por su costado, convertido en una auténtica autopista por la candidez de Mobaeck.
Y con los suecos abigarrados en apenas treinta metros de terreno, el Valencia comenzó a jugar hasta situar los porcentajes de posesión en números escandalosamente favorables a sus colores.
Los locales no tardaron en abrir el melón. Fue por medio de Vicente, en el seis de la primera parte, cuando éste se aprovechó de un rechace del meta rival a disparo de Villa para inaugurar el marcador y señalar el camino de la goleada.
Sin embargo, los locales parecían resistirse a machacar al modesto Elfsborg y desperdiciaron la mayoría de las clarísimas ocasiones -seis en total- de las que gozaron en el primer periodo. Sólo cuando huyeron del poblado eje de la zaga rival y buscaron las penetraciones de Vicente y Joaquín consiguieron crear auténtico peligro.
Entretanto, el potencial ofensivo del equipo sueco fue prácticamente inexistente. Su única jugada de peligro en el primer periodo fue un disparo desde que cuarenta metros que Cañizares, quien ayer celebró su centenario europeo, no se molestó ni siquiera en blocar y despejó con el pecho, gesto que fue acompañado con el «¡uy!» socarrón de la grada.
A esa altura del partido, el único interés estaba en adivinar con cuántos goles de ventaja viajaría el Valencia a Suecia. Vicente, en dos ocasiones, Villa y Baraja tuvieron ocasiones para ampliar la ventaja antes del descanso, pero no marcaron y el equipo se marchó a los vestuarios lamentando la ocasión perdida de haber matado la eliminatoria en 45 minutos.
Cambio de sentido
En la reanudación los locales aumentaron las revoluciones del partido dispuestos a poner tierra de por medio. Silva y Joaquín tomaron el relevo de Vicente y se dedicaron a encandilar a la grada. Precisamente fue el menudo centrocampista quien puso el 2-0, rematando de cabeza entre dos torres suecas un centro de Joaquín.
Poco después, Joaquín se volvió a sacar un extraordinario pase de la chistera para que Morientes sólo tuviera que empujar al fondo de la portería para poner el 3-0.
Si (
No(
