www.diariocritico.com
Ultimate fighting

Ultimate fighting

domingo 26 de agosto de 2007, 21:39h

Traducido libremente como “combate definitivo”, es una lucha que combina todo tipo de artes marciales y que se exhibe en torneos con un reglamento mínimo, por lo que se puede usar un amplio abanico de mañas, prohibidas en otras competencias. Algunos canales de cable ofrecen esporádicamente los campeonatos donde los competidores se muelen con técnicas de karate, boxeo, judo, lucha greco-romana, mordiscos y más. El miércoles el certamen pareció trasladarse a las noticias locales, donde pudo verse un abigarrado intercambio de piñas, chutazos, pellizcos, manazos y otras técnicas locales y universales de alto impacto.

Una figura corpulenta, de traje claro para más señas, ocupaba el centro de la escena, movilizándose con inusitada agilidad repartiendo y recibiendo golpes. Atacado por varios contendientes se desplomó en algún momento, pero luego, y muy rápidamente, se reincorporó prosiguiendo, impertérrito, con el intercambio. Lateralmente podía verse que la “equidad de género” ha avanzado lenta pero decididamente en el país y en el Parlamento, donde ocurría todo esto, porque varias representantes participaban con empeño y sin pedir consideraciones especiales ni discriminación positiva. Adivino que cuando se publique esta columna, se habrán emitido muchas críticas a los diputados, por lo que quiero dejar claro que estas líneas no comparten esa posición y tienen, en cambio, alguna afinidad con la visión de Nicolás Maquiavelo cuando hacía un balance de la prolongada disputa entre patricios y plebeyos en Roma. En La última década de Tito Livio, el vilipendiado autor afirma que el daño producido por esa pugna es mínimo y su resultado enorme porque permitió conquistar la libertad de un pueblo.

La exasperación de los representantes y la que se despliega en Sucre, con el metódico acoso a ciertos asambleístas, es la forma actual que adquiere el muy prolongado enfrentamiento entre los poderes constituido y constituyente que caracteriza este periodo histórico de nuestra vida nacional. Muchas veces los episodios concretos obedecen a diferencias procedimentales o asuntos completamente ajenos al meollo de los problemas y nos hacen olvidar que la sustancia se encuentra en el reconocimiento de derechos colectivos de pueblos, en la disputa por el régimen de propiedad de la tierra y otros recursos naturales, en el diseño de un nuevo tipo de Estado y nuevos mecanismos de representación y participación política.

Lo peor es que algunos protagonistas, especialmente aquellos a quienes se ha confiado la conducción del proceso, caen en esta confusión y se enredan en la dinámica pequeña, esponjando, por ejemplo, el texto del proyecto constitucional que debe considerarse en el referéndum, en vez de concentrarlo en los temas centrales y decisivos.

El torneo marcial de los parlamentarios concentra fugazmente todos los escenarios de choque, donde se disputan las cifras sobre incremento de precios, el traslado de sedes de funcionamiento de poderes estatales, tanto como el tratamiento informativo de la realidad, espacio donde un periódico planta en el rostro del país un impune cabezazo a la inteligencia al titular que una empresa petrolera extranjera “solo invertirá lo necesario” (¡que alivio!, no habrá inversiones innecesarias); claro que este último es apenas un grano de los intentos cotidianos para desmoralizar y cansar a todo un pueblo (en cualquier momento titularán: “La inversión extranjera comprometida hasta hoy apenas triplica a la de la capitalización”).

El punto es que si los choques físicos se redujesen a riñas entre representantes, el costo de las profundas modificaciones que se están dando sería quizá aceptable. El problema es que parece expresar la desesperación de contendientes que están agotando sus recursos y creatividad. La ausencia del gran protagonista del proceso constitutivo que es la movilización popular, hace olvidar a las fuerzas conservadoras cómo llegamos hasta aquí y por ello se preparan a una ofensiva “final” para liquidar a la Asamblea e imponer unilateralmente su versión de autonomía. Cometieron previamente el mismo error. El Gobierno también aportó lo suyo, toda vez que trató de absorber o manipular a la movilización social. La vía de transformaciones escogida por la sociedad boliviana excluye la guerra y es indispensable que los representantes lo tengan claro.

*Analista político y catedrático

[email protected]

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (2)    No(0)

+
0 comentarios