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El 'otro diferente'

El "otro diferente"

martes 11 de septiembre de 2007, 04:07h
Una forma moderna de hacer política es, sin duda, reconocer la vigencia del “otro” como una entidad necesaria y positiva, esto constituye uno de los elementos básicos de la dialéctica y hace parte de los más elementales manuales del socialismo real. Su importancia y presencia se deben a que sin la existencia de un polo “antagónico” la historia no puede moverse, de manera que hacer política en la intención explícita o mañosa de anular al otro es simplemente una estrategia muy equivocada y ajena en absoluto a la dialéctica marxista, de donde, como todos sabemos, nace la concepción socialista.

La famosa triada tesis-antítesis-síntesis es pues lo que le da forma a la historia y encierra la manera de hacerla. La Edad Media y el periodo oscurantista se debieron precisamente al intento de borrar del mapa la existencia del “otro diferente” y ya sabemos como terminaron, pero lo más importante, ya sabemos que esa estrategia no puede ser peor.

Si uno escucha los argumentos de los más altos personeros del partido de gobierno cuando se refieren a la oposición, o peor aún, si uno se percata de los mecanismos por los que el oficialismo pretende neutralizar a quien no comparte sus posiciones y criterios, pocas dudas quedarían sobre la orientación del régimen. En esa lógica, todo el que piensa diferente es un nefasto neoliberal; la regla es clarísima, o estás conmigo o estás contra mí, lo que desdeña de entrada la posibilidad del “hagamos” como acción concertada.

Imaginemos que esto sea posible y que finalmente todo el mundo termine pensando de forma idéntica, lo único que habría quedado sería el fósil de una sociedad dinámica y con capacidades instaladas de cambio y adaptación, repitiendo su propio credo ad-infinitum como si el mundo se hubiese acabado. Seríamos un fósil en el corazón de uno de los continentes con mayores posibilidades de avance, un fósil relamiendo su postración y tratando de convencerse de que está bien. En esto hay por lo menos un ejemplo actual.

A la luz de la historia contemporánea, se trata de una manera suicida de gobernar porque toda la historia de la civilización de occidente (a la que nos guste o no pertenecemos, más allá de los folklorismos de moda) se construyó sobre la base de las diferencias y la necesidad de los acuerdos. Si el Gobierno cree que podrá llevar adelante en solitario la historia que ha asumido, está equivocado. Eso lo llevará al camino de fuerza y ése, en un país como el nuestro y en las actuales condiciones históricas, es un proyecto destinado al fracaso; de hecho, hoy se requiebran sus propias filas.

El “otro” y su reconocimiento son pues la condición necesaria para el avance de las naciones porque en última instancia no hay historias planas ni horizontes inmutables, de eso hablan ya la Rusia Soviética o la China Popular, McDonald’s incluido, de manera que la divergencia entre oficialismo y oposición debe ser asumida como parte del proceso y no como un escollo.

Igualmente todo el que no piensa como el Gobierno debe ser considerado un ciudadano libre y no un enemigo neoliberal. La visión unipolar que parece dominar la noción de gobierno no lo ha de llevar a nada bueno. No es éste un país que acepte imposiciones de forma sumisa, y en todo caso es mejor gobernar con todos a gobernar contra todos, o al menos contra una buena parte de la sociedad.

*Sociólogo y catedrático
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