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Quijotes modernos o simplemente maestros

Quijotes modernos o simplemente maestros

martes 11 de septiembre de 2007, 04:13h
Enfrentando el día a día como el personaje de Cervantes, sintiendo que las aspas de la inmediatez pueden terminar por devorar la inteligencia de muchos, miles de maestros luchan a diario por doblegarlas.

Con la perseverancia del sembrador que año tras año luego de la cosecha redobla el esfuerzo en una nueva siembra, con la esperanza de que los futuros frutos sean más y mejores, buscan vencer a la mediocridad teniendo una tiza por espada y la palabra como medio.

 Expedicionarios expertos en la búsqueda de inteligencia aún en los rincones más ocultos de la mente humana, saben de la lucha sin flojeras.

Monarcas de una cultura en permanente cambio, en sus castillos de cuatro paredes, saben multiplicar la entrega siendo proveedores hoy de alimentos para el cuerpo y para el alma.

Son  muchas veces la voz de aquellos que no son escuchados, las manos fraternas que se ofrecen al abrazo cálido para aliviar el desconsuelo o el desamparo, la fuerza del que siente que no puede, el mago capaz de hacernos descubrir  nuestras capacidades, o simplemente aquel que camina a nuestro lado en silencio, con el sólo propósito de levantarnos después de cada caída y alentarnos a seguir andando.

Pero nada de esto es gratuito, la paga es única, la reciben en un valor que no se cotiza en  ningún mercado bursátil del mundo: un caramelo, una sonrisa luego del llanto, un nuevo conocimiento en el lugar de la ignorancia, un beso pequeñito y tibio como su dueño, son algunos de sus tesoros, aquellos que no se compran ni se venden y que cotidianamente recibe como una caricia  al alma.

Algunos de estos Quijotes modernos a los que llamamos maestros, deben enfrentar a diario la injusticia que se corporiza en sus alumnos afectados por la desnutrición, la marginación y el sometimiento a situaciones de explotación física y moral, situaciones estas  que no tienen registro en  índices ni informes, lo ven en los niños, en sus cuerpitos, en sus carencias intelectuales, fruto del hambre al que han sido y son sometidos y del que jamás podrán recuperarse.

Otros ocupan el lugar de los padres que deben trabajar cada vez más y sienten que dejan en la escuela, junto a sus niños, un pedazo de sí mismos , muchas veces son a ellos a quienes deben amparar para alivianarles la culpa de un “abandono” no deseado, doloroso, pero inevitable.

Unos y otros saben muy bien que su espacio es el del servidor, el de aquel que acompaña sin buscar protagonismo.

Unos y otros saben muy bien que tiene en sus manos el tesoro más grande de un pueblo: sus  niños, aquellos sin los cuales es imposible imaginar un futuro.

Como  un escultor que no mide la dureza del mármol que tiene delante porque es capaz de ver la bella imagen que se oculta dentro de él, el maestro intenta sacar lo mejor de cada uno de sus alumnos, sabe muy bien que sólo formando personas con espíritu crítico, mentes abiertas y capaces de conjugar todos los verbos a través del “nosotros” podrá contribuir a hacer una sociedad más justa.

Como docente espero que muy pronto  puedan todos los maestros de mi país y del mundo, ocuparse y preocuparse de aquello para lo que han sido formados, será entonces un tiempo de gloria para la humanidad, un tiempo donde la escuela vuelva a ocupar el espacio del aprender y del enseñar, un tiempo donde estos modernos Quijote sólo tengan que luchar contra la ignorancia.
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