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¿Propuestas 'de bandera'?

miércoles 12 de septiembre de 2007, 16:37h
El respeto a las leyes y a las sentencias judiciales ha de ser siempre la norma, incluso si el asunto tiene que ver con la colocación de las banderas en las sedes oficiales de las instituciones públicas, por lo que los ataques y amenazas a la alcaldesa de Lizarza (Guipúzcoa) son sencillamente un acto vergonzoso, además de un atentado a la libertad. Pero una cosa es denunciar la intolerancia de los que odian unas enseñas desde la perspectiva de llamar a que nos enrollemos las suyas como signo de amor patriótico,  y otra muy distinta,  convertir la guerra de banderas en el frontispicio del edifico político y en el asunto que debe formar parte de nuestras preocupaciones centrales.

La actualidad política nacional, regional y local no puede perder ni un segundo más en estos asuntos, más allá de la crítica puntual a tal o cual atentado contra las libertades. La clase política, nuestros presidentes autonómicos y los alcaldes de nuestros pueblos deberían dedicar todas sus energías e inteligencia a elaborar, y luego poner en marcha, iniciativas  “de bandera”, “cañón”, “chachipé”, estupendas y, si es posible, maravillosas, para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos. Entre estas propuestas, las pensadas para asegurar que las conquistas sociales -a las que tienen acceso toda la sociedad- se mantienen y ensanchar los derechos de todos son las más convenientes y anheladas.

Mejorar la Sanidad Pública y la atención que se presta a todos los necesitados de este servicio esencial, garantizar, desde la Escuela Pública, una mejor formación para nuestros hijos y conseguir que nuestros padres y madres reciban, cuando llegan a la llamada tercera edad, lo que les corresponde como seres humanos y conciudadanos de un país que va de ‘puta madre’, según nuestros gobernantes. Todo eso forma parte de las aspiraciones de una gran mayoría de la sociedad. También que se pongan de acuerdo de una vez en la aplicación y mejora presupuestaria de la recién nacida Ley de Dependencia. De eso y de muchas otras cosas se habla en los bares y entre los vecinos de esta o esa ciudad. En esos lugares se escucha que la precariedad laboral, los bajos salarios, las ‘caninas’ pensiones, la siniestralidad en los tajos, las jodidas hipotecas, los atascos en las carreteras y otras desgracias preocupan más que esa gran preocupación de una gran parte de la clase política llamada patriotismo y guerra de banderas.

Cada uno es patriota a su manera, unos luchando por conseguir que lo que vaya bien no sea sólo la marca España sino todos los españoles y que los que menos tengan no tengan tan poco que no les sirva ni para ser considerado ser humano y empiecen a engrosar la lista de desplazados sociales o incluidos entre los que están bajo el umbral de la pobreza.

Otros consideran que el patriotismo es como un deporte de carreras de obstáculos con bandera en la mano. Cada uno de los gobernantes tendrá que optar entre diseñar y poner en marcha políticas  “de bandera”  o distraer al personal agitando al aire la enseña nacional.
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