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Crónica desde Euskadi

viernes 15 de diciembre de 2006, 13:36h
He viajado a San Sebastián para asistir a la presentación de un número de la revista ‘Tiempo de Paz’ monográfico sobre “alto el fuego permanente: una oportunidad”. La presidenta del Movimiento por la Paz, el Desarme y la Libertad, la abogada Francisca Sahuquillo, habla de que efectivamente estamos ante una oportunidad quizá única. En la revista escriben desde Monseñor Uriarte, el obispo de San Sebastián, hasta Gorka Landaburu, el periodista  irremisiblemente lesionado en un atentado de ETA. Es un acto al que también asiste otra victima de ETA, el periodista José Ramón Rekalde, que fue tiroteado en la boca y jamás podrá volver a hablar normalmente. Es un acto por la negociación y por el diálogo, clausurado por el alcalde de la ciudad, el socialista Odón Elorza.

Destaco una triple petición lanzada por el alcalde:
- Hay que pedir a ETA que renuncie a tutelar el proceso de paz
- Hay que pedir a De Juana Chaos que abandone su huelga de hambre, que puede influir tan negativamente sobre el proceso
- Hay que pedir al gobierno que no deje morir el proceso, que no ceda a la tentación de echar el freno.

Estas gentes que protagonizaban un acto con apenas una treintena de asistentes, entre ellos la juez Garbiñe Diurrun, estaban desoladas porque 24 horas antes Batasuna, en rueda de prensa de Pernando Barrena, había desahuciado las posibilidades de llegar a la paz. El clima no es bueno, pero encuentro, en todas las gentes con las  que hablo, entre ellas el director de la ahora reivindicada revista Egunkaria, una voluntad de llegar a algo constructivo, de acabar con la pesadilla. Alguien me cuenta que, en el seno de la Audiencia Nacional, se gesta un movimiento de jueces para crear un ‘observatorio de magistrados por el proceso’, tal vez hartos, me dicen, de “algunos excesos” de quienes verdaderamente no quieren la paz, aunque no se atrevan a decirlo así, tan claramente.

A 50 kilómetros, en Deba, a la misma hora, entierran a la valerosa Loyola de Palacio, con asistencia de la plana mayor del Partido Popular. Pienso acercarme por allí, y abrazar a algunos familiares, a los que conozco de largo. Se me ocurre que sería bueno, muy bueno, que ambas partes, la que presentó la revista en San Sebastián, y la que doloridamente entierra a Loyola en Deba, se abracen y respondan conjuntamente al clamor que pide negociar razonablemente y sin cesiones para acabar de una vez con esta pesadilla irracional, propiciada por los no menos irracionales. Porque ellos son los únicos culpables de todo lo que pasa y lo demás es dialéctica y politiqueo.
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