"Un
Estado que no respeta el Derecho es una banda de forajidos". No
es un mal recuerdo en un momento en el que, en diversos lugares, el
Derecho se utiliza arteramente, a la medida del interés personal y
el relativismo se impone. La frase es de San
Agustín
y le sirvió a Benedicto
XVI
para lanzar un mensaje rotundo en el Parlamento alemán sobre razón,
justicia y ecología. Los miembros del Bundestag, puestos en pie,
dieron dos largas ovaciones al Papa y aplaudieron con entusiasmo
varios pasajes de su discurso. Con respeto. El presidente del
Bundestag dijo que "raramente un discurso en esta Cámara ha
atraído tanta atención en Alemania y fuera de ella".
El
viaje del Papa a Alemania, la cuna del protestantismo, no era fácil,
pero ha servido
para muchas cosas: para volver a lanzar un mensaje sobre la ética,
para defender un uso racional de la naturaleza, el compromiso con la
ecología, el respeto a la persona humana, su vida y sus derechos.
Pero también ha habido en Berlín una reiterada condena de la
pederastia. Benedicto XVI quiso reunirse con varias víctimas, tres
hombres y dos mujeres, de abusos sexuales cometidos por clérigos a
los que, además de mostrarse conmovido e impresionado por su
sufrimiento, expresó su profundo pesar "ante estos atroces
crímenes". Garantizó que se han puesto en marcha medidas eficaces
para que nunca se vuelvan a repetir. Pesa sobre la Iglesia este
terrible pecado que Benedicto XVI ha afrontado con valentía. Y queda
su discurso pidiendo la unidad de los cristianos para construir un
mundo más justo y para combatir juntos la ausencia de Dios en la
sociedad.
Meter
a Dios en la sociedad es precisamente lo que hace Caritas cada día.
En los últimos años, los de la crisis, mucho más. Mientras
otros sólo hablan, Caritas "da trigo": cientos de miles de
ciudadanos tienen ropa, comida, alimentos, vivienda o empleo, y sobre
todo una palabra de consuelo y de aliento gracias a su labor y a la
de sus voluntarios. Pero también "predica". Acaba de redactar
una propuesta ante las próximas elecciones en la que pide a todos
los candidatos -Caritas no tiene color político- que no se olviden
en sus programas ni en sus políticas de los más desfavorecidos. Que
no olviden los principales problemas de los españoles: el empleo, la
protección social, la vivienda, la migración, la cooperación al
desarrollo y el apoyo al tercer sector. Lo hace con propuestas
concretas, sin alharacas, "como interlocutor válido de una
importante base social involucrada en la defensa de la dignidad y los
derechos de las personas más vulnerables de la sociedad". Caritas
no habla por referencias ni de memoria. Caritas toca todos los días
la resinación y la indignación de los desheredados, de las víctimas
de la crisis, la pobreza física, la miseria sentimental a la que
hemos condenado a cientos de miles de ciudadanos. La Iglesia de
Benedicto XVI y la de Cáritas es la misma. Mal que les pese a
algunos.