Fraga, eje de la transición

Unos débiles mentales han puesto un cacharrito con pólvora delante de la casa natal de Manuel Fraga. Tanto por lo que es como por a quién representa es como tratar de afectar la marcha de una locomotora con un palillo. Porque en estos tiempos de expectativas electorales brilla especialmente el papel en la transición democrática española de Manuel Fraga, alejado estos meses de la actividad política, la operación en que se enlazaron dos siglos de historia como un admirable puente de concordia. No es posible comprender el éxito de la transición sin la intervención de ese eje político que representa Manuel Fraga.

Porque la transición no fue una simple operación legal consistente en cambiar las leyes básicas de un estado autoritario por las de un estado democrático. El interregno que va de la Ley de la Reforma Política, bajo la que se celebraron las primeras elecciones generales, hasta la Constitución de 1978 fué posible como producto de un clima previo de convergencia centrado y sereno. Este interregno jurídico, en el que desarrollaron una labor incuestionable Torcuato Fernández Miranda y Alfonso Suárez, se benefició de una pretransición y una postransición sin las cuales el experimento se hubiese realizado en el vacío. La pretransición arranca en el momento en que Don Juan Carlos de Borbón es designado "a título de Rey para en su día", dándole las armas y el estatus oficial para desarrollar su labor institucional. La presión pública, no incompatible con otras discretas actuaciones de gabinete, se abriría con las declaraciones que se promovieron con los medios del ministerio de Información y Turismo, en las que Don Juan Carlos se manifestaba disponible a asumir una compleja responsabilidad histórica al servicio de todos los españoles.
 
El ambiente aperturista, con las supresión de la censura previa en la prensa  y la mejora de la imagen internacional de España, hizo posible el funcionamiento de grupos de pensamiento y diálogo -"Tácitos", GODSA, FEDISA, etc.- en todos los cuales estaban presentes Fraga y sus colaboradores, sin rehuir el contacto con los referentes en la oposición, aún en dificultades para organizarse oficialmente. Prácticamente, cuando llegó el momento, todos los sectores de la sociedad española estaban preparados para participar en un tránsito que tenía en Fraga, especialmente durante su misión como embajador en Londres, su punto de referencia más visible.
 
Producido el fallecimiento de Franco, Fraga no sólo asumió ingratas labores de gobierno sino que, una vez alejado del poder ejecutivo, fue uno de los más relevantes artífices de la Constitución vigente, elaborada con el consenso de todas las fuerzas con entidad representativa, que fue redactada, al amparo de un gobierno de reconciliación que sacrificaría a su función de enlace entre dos épocas su propio futuro como fuerza política. Fue el sacrificio de UCD.
 
Mientras tanto, Fraga, con una tenacidad infatigable, se dedicó a constituir lo que haría posible el equilibrio de la postransición: la creación de una fuerza política popular de bases sólidas capaz de integrar una alternativa interclasista frente a un izquierdismo excesivamente anclado en el clasismo decimonónico. La evolución de dicha  tendencia, desde Reforma Democrática, Alianza Popular al Partido Popular, fue la base del partido más numeroso de la Historia de España y con más firme compromiso de guardar el espíritu de la transición  y del valor de un sistema constitucional reformable. Fue el creador de la fuerza clave de la postransición, sin la cual los textos legales carecerían de apoyo popular efectivo. Es por todo lo dicho, por el antes, el mientras y el después, por lo que Manuel Fraga es el eje de la transición y la personalidad política más relevante de la España contemporánea.