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Fármacos sin marca

Fármacos sin marca

miércoles 02 de noviembre de 2011, 08:00h
    Desde hoy, en las farmacias españolas no se dispensarán medicamentos denominados por sus marcas comerciales sino por los principios activos de cada pastilla, de cada jarabe, de cada inyección. Al parecer, esta decisión del Sistema Nacional de Salud permitirá un ahorro de unos 2.000 millones de euros anuales sin que la calidad del servicio se resienta (o eso es, al menos, lo que pregonan las autoridades sanitarias). Pero la transición del fármaco tal o cual, llamado tradicionalmente por su nombre comercial, a las denominaciones normalmente de etimología griega de su composición, no va a ser fácil. Hay una especie de superstición o fetichismo de "la marca", y a los muy aprensivos hasta el nombre del frasco les inspira confianza, y ya sabemos que la confianza está a veces en la base de la curación. Sin embargo, en tiempos de crisis hay que echar cuentas y, para protegerse de la lluvia, no se mira la marca ni el diseño del paraguas, sino la eficacia que ofrezca para protegernos del aguacero. A muchos paciente, a muchos farmacéuticos y a las multinacionales de los medicamentos estas medidas, que hoy entran en vigor, no les hacen mucha gracia, pero, al parecer, son indispensables para que la Seguridad Social mantenga sus prestaciones en la época de vacas flacas.
 
    Y otra guerra de marcas que también tenemos sobre la mesa, a tres días del inicio de la campaña electoral, son las propuestas y los programas de los partidos políticos. Se relatan esas medidas en aburridos relatos que ocupan muchas páginas, en las que no faltan los plagios ni las clonaciones de ediciones anteriores. Hoy nos fijamos en que el Partido Popular, también dentro de la política económica de "a la fuerza, ahorcan", quiere revisar el modelo de las manirrotas televisiones autonómicas y locales, y abrir la puerta legal para que entre en ellas el capital privado. Esas costosas máquinas de propaganda de los que mandan, sean quienes sean, y ese incienso en honor de los gobernantes de turno, podría tener los días contados. O, al menos, tal como ocurre con el modelo actual: derrochador, falto de imaginación y, salvo excepciones, con una muy escasa aceptación por las audiencias.
 
    Y, en fin, en el "puzzle" de este "correo sin respuesta" del Día de Difuntos, los "indignados" vuelven a amenazar con sus acampadas de protesta, las autoridades han blindado la Puerta del Sol madrileña, y en países como Reino Unido la jerarquía religiosa ha advertido de que no consentirá que desmantelen los campamentos de los "indignados" de las puertas de las catedrales. Entienden los anglicanos que se deben atender, mediante el diálogo directo y constructivo, a las demandas de los indignados. Una buena parte de la jerarquía de la Iglesia española debería tomar nota, y ponerse de parte de los débiles. El Evangelio, según el cual "los últimos serán los primeros", no entender de marcas de medicamentos sino de auxilio y comprensión a los marginados; en nuestro caso a los cinco millones de españoles que naufragan en la pobreza y en el paro.
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