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Pescadores en tierra

Pescadores en tierra

viernes 16 de diciembre de 2011, 08:22h
    Los barcos españoles que faenaban en aguas marroquíes han regresado a sus puertos después de que el Parlamento Europeo vetase la prórroga del acuerdo pesquero entre Bruselas y Rabat. Flotas de terceros países (Rusia, Corea y Japón entre ellos) pueden seguir faenando, mientras que unos 500 pescadores españoles, enrolados en unos 70 barcos, han perdido sus puestos de trabajo y esperan que, tal como prometió la aún ministra Rosa Aguilar, pronto se reanuden las negociaciones y se llegue a un nuevo acuerdo. Se calcula que las pérdidas de este amarre suponen, para los armadores y pescadores españoles, unas pérdidas de unos 30 millones de euros y, sobre todo, ponen en peligro el futuro de un sector que no pasa por un buen momento.

     Y si las negociaciones entre España y Marruecos, en cualquier ámbito y sobre cualquier asunto, siempre han sido complicadas, en este caso se oscurece aún más ese laberinto ya que entran en juego las compensaciones porque productos agrícolas marroquíes, especialmente tomates,  tengan presencia en los mercados europeos. Y, mientras se resuelve el conflicto,  los perdedores son los pescadores españoles, mayormente andaluces y canarios, que estaban faenando en los días cercanos a la Navidad..., cuando se les ordenó regresar a puerto, después de haber pagado, licencias, tasas y otros gastos.

     Tanto la ministra Rosa Aguilar, que está a punto de abandonar el gobierno en funciones, como la consejera de Agricultura y Pesca de la Junta de Andalucía, Clara Aguilera, aseguran que la decisión comunitaria es, además de una pésima noticia, "un verdadero despropósito". Y desde el gobierno de Rabat, con su habitual doble lenguaje, se lamenta la decisión de la Unión Europea al tiempo que anuncian que Marruecos está en condiciones de desarrollar su propio sector pesquero, para lo que no le faltan profesionales ni medios, dejando la puerta abierta a acuerdos con algún socio extranjero.

     Si el oficio de pescador es, en sí mismo, un trabajo sacrificado y de alto riesgo, aún lo es más cuando es golpeado por el oleaje de la burocracia, de los vetos y de las maniobras de personas que, desde su despacho de Bruselas o de Estrasburgo, nunca vieron el mar. El mar, la mar, ese inseguro hábitat del misterio y del sacrificio..., ese laboratorio de la supervivencia, ese milagro del azar entre el viento y las galernas. Y, como en el título del cuadro de Sorolla, "y luego dicen que el pescado es caro...".
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