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Garzón y el extraño proceso

Garzón y el extraño proceso

miércoles 18 de enero de 2012, 08:29h
    España ha pasado de hablar de "los jueces" o del señor juez a hablar de Baltasar Garzón o de Grande-Marlaska o de Javier Bermúdez, del mismo modo que pasó de hablar del "clero" o del "señor cura" a referirse a don Manuel o don Jacinto.

     Uno de los protagonistas de la actualidad es, sin duda, el juez Baltasar Garzón, cuyo nivel de conocimiento por parte de la sociedad española es muy alto..., no en vano se jugó la vida muchas veces actuando contra los etarras, contra los batasunos, contra los narcotraficantes, contra el dictador Pinochet o contra las fechorías sin condena del franquismo. Garzón es juzgado ahora por sus propios compañeros por tres presuntos delitos relacionados con su actividad profesional, y en la calle y en la judicatura hay división de opiniones. La calle es mayormente favorable a este juez cercano, que no viste la toga para encerrarse en unos privilegios sino para perseguir los delitos con un admirable e infatigable coraje. Entre los profesionales, entre los jueces y magistrados, hay división de opiniones, y se podría decir que los más progresistas apoyan a Garzón, mientras los más conservadores lo detestan. No es bueno para nadie que se produzcan estas situaciones, pero la realidad es como es, y las dos Españas no abandonan su incesante procesión y sus desencuentros.

     No oculto que soy partidario del juez Baltasar Garzón, con cuya amistad me honro y que, además, he conocido actuaciones suyas que no han salido a la luz pública y que demuestran que es una persona valiente y un juez independiente. Sin embargo, como ciudadano acato lo que decidan los tribunales y ,aunque discrepe de su decisión, no es mi oficio el de Quijote ni el de "indignado" sino el de testigo consciente y el de narrador de las historias de la vida cotidiana.

     En el mundo judicial, como en otros estamentos profesionales, hay muchas rencillas y hay muchas envidias, y lo mejor para no complicarte la vida es trabajar en silencio y pasar desapercibido. Pero ése no es el estilo del juez Baltasar Garzón, y cada persona es libre de optar por uno de los muchos caminos que les ofrece su dedicación a un determinado oficio. Garzón cayó bien a la derecha cuando sus resoluciones favorecían a la derecha, y fue un ídolo de la izquierda cuando de sus sentencias se derivaban -sin intentarlo el juez- beneficios para la causa socialista. Pero como Garzón no está al servicio de unas siglas políticas, lo que ayer era blanco se convertía hoy en negro por el azar de sus dictámenes...

     Se puede decir que se equivocó aceptando los cantos de sirena de la política, habiendo sido número dos de la lista del Congreso por Madrid que encabezaba el propio Felipe González. También se puede afirmar que, como ciudadano y en democracia, Garzón optó, temporalmente, por el servicio a la sociedad desde un puesto político y, cuando algo no le gustó o se sintió decepcionado, regresó a su juzgado... Pero lo que es incuestionable es que Baltasar Garzón es un jurista de prestigio internacional, y que sus actuaciones contra el tirano Pinochet o contra los cabecillas de la dictadura argentina han significado un antes y un después para la impunidad de aquellos verdugos devenidos aparentemente en ciudadanos respetables...

    En fin, no entramos en tecnicismos jurídicos, que para eso están quienes ahora juzgan a Garzón, en un proceso que, como poco, es raro, sorprendente y difícil de entender.
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