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Economía sumergida

Economía sumergida

lunes 23 de enero de 2012, 09:11h
Al común de los mortales  esto de la macroeconomía  nos suena a veces como  algo lejano, compuesto de tantos  ceros  a la derecha  que  constituyen cifras tan  inaprensibles  como  mágicas  que es mejor  dejar   al alcance de economistas, funcionarios  y ministros del ramo. Pero no es así, porque  lo macro se  genera con la suma de las microeconomías  de  todos y cada uno  de nosotros, pequeños o grandes contribuyentes  que, juntos, formamos   el total de  la riqueza nacional.  

La reflexión me asaltó a finales del año pasado.    Terminé 2011  no   exactamente como  Rajoy, pero casi. Digo esto  porque  nuestro presidente -en contra de su voluntad y,  al parecer, por razones  de seguridad-   se cambió de domicilio al Palacio de la  Moncloa, y yo,  después de no sé cuantos años, me di el capricho  de  cambiar un par de muebles  en casa y  ornamentarla  con  algún que otro  cubreradiador. Un hecho tan simple, me ha dado, sin embargo,  oportunidad  de entrar en contacto  con alguno de esos  pequeños  y medianos empresarios  a quienes  tirios  y troyanos  -que es tanto como  decir, socialistas y populares- han puesto siempre  por delante  a la hora  de  buscar   cómplices necesarios   para relanzar la dichosa economía que  tan a mal traer nos  tiene  desde hace unos años.
El hecho  es que  después de acercarme a varias tiendas  de muebles, todas ellas  situadas en el término municipal  de Madrid y  -ya es casualidad-  en todas ellas  he encontrado  un denominador común: las  escasas  o, más bien, nulas  facilidades  para  obtener  la correspondiente factura  una vez realizada la compra  y, por supuesto, religiosamente  abonada  en   el mismo acto  en que los muebles  fueron depositados   Y montados en mi casa.


Las cuentas claras

En  la primera  de ellas, después de advertirlo previamente  por teléfono, los operarios, en lugar de  presentarse  en casa con  la factura correspondiente, a cambio del  cheque  bancario  con el que  abonaba  la compra realizada, me dieron una  "nota de entrega". Obviamente, como los  montadores no  debían de tener  -según  me decía el sentido común- ni idea  de que el cliente -yo , en este caso- había  pedido la factura  de la transacción, me dirigí  por teléfono a la  tienda  y la  chica  que me había atendido se excusó  muy amablemente  por no haber entendido  mi  requerimiento  y  dar a los  chicos del montaje  el documento habitual  -escribo  textualmente-, es decir, una nota de entrega. No  me suponía un gran esfuerzo  porque  la tienda   está  cerca de casa  y  fui yo mismo al establecimiento a recoger  la factura con el  IVA  desglosado. La sorpresa  fue  mayúscula  cuando, ya en casa, mi  mujer  me dijo, examinándola  en detalle, que  el documento llevaba el número  6  y eso que  estamos hablando  de una  compra realizada en el mes de diciembre. Así las cosas, lo más probable  es que  la tienda de muebles  estuviera a punto  de cerrar  (cosa  que dudo porque, normalmente, hay trasiego de clientes) o  es que  la práctica habitual es llevar una doble contabilidad  para intentar  evadir   al fisco una buena parte de sus transacciones, que  debían de ser muy pocas, a juzgar por el número de facturas emitidas durante todo un año.

En una segunda tienda (en este caso, una  franquicia, con  cierta solera  en el negocio), después de  esperar  un par de meses como ya es práctica habitual en el sector, dado que  los muebles  los fabrican  siempre bajo pedido, y tras  abonar el importe de la compra, una vez instalados  en casa,  en la tienda  me dijeron  que no  se entrega  nunca   la factura, a no ser que lo solicite el cliente. Como  la evidencia  de que yo lo estaba solicitando era palmaria, no  sabía  muy bien  si  la  dependienta  estaba  entrando ya en el  inquietante terreno de la burla  o es que yo tenía un  día espeso. Pues no señor, ni lo uno ni lo otro. Era literalmente cierto que había  que solicitar, por escrito, la factura  de la  compra  realizada.

Mosqueado  ya, como es natural, a pesar de mi  paciencia  casi franciscana, me entretuve   en días sucesivos  en  observar  la práctica habitual  en  situaciones cotidianas   de compra  y venta de artículos  o bienes de consumo y   me percaté  de que   ni el fontanero, ni el pintor, ni  en consultas médicas, bares,  tiendas, farmacias, taxis, peajes de autopistas,  etc.  no es común la entrega  inmediata de, al menos, un recibo  por el importe  de la compra o  servicio realizado y que, en el mejor de los casos, el   profesional  de que se trate, te entrega  el documento solo si lo solicitas  expresamente  y, en otros casos, después de  taladrarte con la mirada,  casi te lo tira,  en lugar  de entregártelo,  por  sospechar  que  enfrente  tiene  a un fundamentalista delegado de Hacienda, en lugar de un simple consumidor.

La moraleja  es bien sencilla: ¿no convendría, además de  poner en práctica todas estas  medidas  económicas "excepcionales"  y "temporales"   -como se  han anunciado- con que nos ha regalado  el nuevo gobierno  de Rajoy este  principio  de año 2012,   extremar  paralelamente    la vigilancia  en las cuentas  de  pequeñas, medianas y grandes empresas   para que  los ingresos y gastos  declarados y los beneficios  o pérdidas obtenidos, se correspondan  fiel y rigurosamente  a la realidad? Estoy seguro  que, de ser así, lo  mismo nos encontramos con una gran sorpresa en la contabilidad nacional  que acaba  explicando  que  una situación  tan  crítica como la que estamos viviendo  lo mismo no lo es tanto  y que aquí, hasta  el más  tonto  es capaz de encontrar  pepitas de oro en  río revuelto.

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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