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El burlador burlado

martes 07 de noviembre de 2006, 14:05h

Rodríguez Zapatero dijo que Montilla tenía su plena confianza para hacer los pactos de gobierno, pero cuando los cerró, el PSOE puso cara de sorpresa y a estas alturas no parece demasiado satisfecho. Parece, incluso, que se sienten “engañados” porque hubieran preferido otra cosa. Zapatero acabó con Maragall, que se siente traicionado, consiguió la cabeza de Carod , que se sintió víctima, negoció con Más un acuerdo –Cataluña para ti a cambio de la estabilidad en Madrid y el frente común contra el PP en todas partes- y ahora Más piensa que ha sido ofendido y burlado y habla y no para de que “arrieritos somos y en el camino nos veremos”. Claro que Más se creyó a Zapatero, se fue al notario para darle una patada pública al PP, pensó que le podía hacer la cama a Maragall, embaucar a Montilla, terminar con Carod y ser el superPujol del siglo XXI, entrando en loor de multitudes en la plaza de San Jaume, y se ha quedado en nada, porque estar en la oposición en Cataluña y no poder hablar en Madrid ni sobre el Barça puede hacerle acabar de los nervios. Y no les cuento lo que piensa Rajoy del presidente del Gobierno porque eso es algo que sale en los papeles todos los días. Pero en estas historias de trapicheos, promesas incumplidas, ofrecimientos para la galería, etc., muchas veces el burlador acaba siendo el burlado. Y como decía Lafontaine “engañar al que engaña es doblemente entretenido”.

La política es teatro, formalismos, ritos y hasta protocolos. Pero también un juego muy serio, porque se trabaja con los votos de otros, los recursos de otros y las voluntades de otros. Y se puede cambiar una sociedad de arriba abajo, como dijo Guerra . Y, por eso, aunque pueda parecer que burla, burlando, se avanza en el camino, el problema es doble. Por un lado, saber dónde se va; por otro, no acabar creyéndose la trama que uno mismo ha creado. Hay actores que no saben “salir del personaje” que representan, incluso que no pueden. Felipe González acaba de decir que supo “abandonar en el momento oportuno”. Es una manera curiosa de no decir que perdió unas elecciones, después de gravísimas acusaciones, y le hicieron abandonar. En política, el problema no es engañar a los demás, crear una ficción que aparente lo que no es. El problema es cuando uno se engaña a sí mismo y se cree el engaño. Ya lo dijo hace mucho Abraham Lincoln: Se puede engañar a todos algún tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo”. Aunque, a veces, uno llegue a pensar que tal vez Lincoln estaba engañado.

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