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El paseíllo

El paseíllo

viernes 24 de febrero de 2012, 13:06h
La España cainita se divide ante casi cualquier cosa -nada nos gusta tanto como pelearnos por los asuntos secundarios, mientras olvidamos los principales: ahora es el 'paseíllo' de Iñaki Urdangarín hasta la puerta del Juzgado de Palma lo que centra las atenciones y calienta los ánimos. ¿Debe hacer a pie el recorrido, unos doscientos metros, como ha dictaminado el juez José Castro, o sería mejor que entrara en coche por una puerta trasera, como, por motivos de seguridad, pide la policía?
 
La que se ha armado: que si Urdangarín es igual que los demás y, si otros imputados, testigos o procesados entran a pie, por qué no va a hacerlo el yerno del Rey; que si ese 'paseo' es el equivalente a mil penas de telediario, porque a Don Iñaki lo van a freír las cámaras; que si se aumentan los riesgos contra su seguridad...
 
Ya casi importa más este recorrido a pie de pocos metros que la verdadera culpabilidad o presumible inocencia del duque de Palma. Incluso puede que, en las tertulias de amigos, resulte este 'paseíllo' más apasionante que lo que los hechos del 'Palma Arena' y del Instituto Nóos puedan perjudicar a la propia institución monárquica. Y es que muchas veces el símbolo es lo que cuenta, y en este caso ese símbolo son los doscientos metros de asfalto que separan al coche en el que viajarán el duque de Palma y su abogado este sábado y la puerta de los Juzgados de la capital balear.
 
Personalmente, me alineo sin reservas en el segundo grupo, el de los que piensan que ni el duque de Palma ni ningún otro imputado o procesado merece la pena infamante o de Telediario, que es pena no contemplada en Código Penal alguno. Sé que tiro piedras contra mi tejado de periodista, pero yo, al menos yo, esa pena suplementaria, que golpea, como es lógico, más al famoso que a ningún otro -y, por tanto, se da una desigualdad de los españoles ante la ley--, no la quiero ni para Iñaki Urdangarín, cuya actuación al frente de Nóos me parece cuando menos lamentable y poco ética, ni para nadie.
 
¿Tan difícil es, pregunto y me pregunto, garantizar al imputado, al testigo, al procesado, al presunto culpable y al presunto inocente, esa intimidad en uno de los momentos más angustiosos de la vida de una persona? ¿De veras es imposible que el justiciable pueda acceder a los juzgados sin que las cámaras, los curiosos, los fans y los detractores, le atosiguen? Ignoro si el duque de Palma acabará o no siendo penalmente condenado; la sociedad ya lo ha juzgado y probablemente merezca, hasta donde sabemos, un serio reproche moral; los demás les compete a los jueces decidirlo. Lo que sí sé es que, tras el 'paseíllo' de este sábado para él de agonía, Iñaki Urdangarín ya nunca será el mismo.
 
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