Entre la calle y las urnas

Bueno, pues ya estamos en el lío. No han esperado que comience marzo. El último día de febrero, ese añadido del 29 por ser año bisiesto, los sindicatos pusieron en la calle a miles de personas en protesta por la reforma laboral del Gobierno de Mariano Rajoy. Las cifras, como es habitual en estos casos, varían entre las ciento cincuenta mil personas que según los sindicatos se manifestaron en toda Andalucía, a las cuarenta y tres mil que contó la Policía. Una diferencia significativa. Al fin y al cabo da igual. Yo presencié la de Sevilla y puedo asegurar que había mucha, muchísima gente entre la Puerta de Jerez y la Plaza Nueva pidiendo, ya, la más que anunciada huelga general que piensan convocar para el 27 de marzo. Y la cosa se va a ir calentando conforme se acerca la Primavera y entramos en la campaña electoral de los próximos comicios del 25 de mayo.

Lo digo porque resulta cuanto menos curioso que numerosos dirigentes del PSOE andaluz, responsable de que aquí hayamos llegado al 31 por ciento de paro y superemos con creces el millón trescientos mil parados, responsables también de haber dilapidado en los EREs fraudulentos miles de millones de euros que tenían que haber sido destinados a los desempleados, iban tan contentos y encantados de conocerse encabezando las manifestaciones y portando las pancartas, acompañados, como no podía ser de otra forma, de los líderes locales de CC.OO. y UGT. Edificante. Y no se les caía la cara de vergüenza. Como no se les caía a los sindicalistas de UGT y Comisiones Obreras de admitir bajo sus protectoras banderas rojas a quienes desde las administraciones públicas y con el dinero de los ciudadanos, de los trabajadores, de los obreros y hasta de los parados han robado y engañado a cientos de miles de andaluces. Ya lo decía Maquiavelo, el fin justifica los medios. Y aquí, en Andalucía, el fin último del PSOE, ya se sabe, no es otro que conservar como sea el poder otros cuatro años más a ver si así baten el récord de Franco de mantenerse más de cuatro décadas al frente de la Jefatura del Estado. No están lejos de conseguirlo. Ya llevan 32 años seguidos consolidando lo que muchos han dado en llamar el "régimen andaluz".

Yo no sé si esta respuesta en la calle se reflejará o no en las urnas, pero me da a mí que por más empeño que le ponga Pepe Griñán y los suyos en hacer causa común con Paco Carbonero y Manolo Pastrana, buena parte de los andaluces (y andaluzas, que diría quien yo me sé) podrán salir a protestar un día sí y otro también por los recortes de sueldos, por la precariedad laboral, por los despidos y por los contratos basura, pero es muy posible que se lo piensen dos veces antes de echar en las urnas la papeleta socialista. Porque una cosa es protestar y otra muy distinta hacerle el juego a unos señores que lo único que han demostrado en los últimos años es que no son capaces de crear ni un solo puesto de trabajo como no sea para sus familiares, allegados, amiguetes y compañeros de partido. Puede que la calle hierva de manifestantes esta Primavera, pero confío que, llegada la hora de que hablen las urnas, los andaluces sepan quien no puede seguir gobernándonos.

El pasado 28 de febrero, Día de Andalucía, asistí a la habitual recepción que dio la Presidencia de la Junta en el Palacio de San Telmo. Si exceptuamos a Griñán y su Gabinete, que perecen seguir viviendo en una nube, la opinión unánime de los presentes en el acto era que aquello iba de "despedida y cierre", incluso para muchos ex dirigentes socialistas que han ostentado hasta hace poco importantes cargos en la política andaluza. "Yo lo siento por Pepe y por mi partido -me comentaba uno de ellos- pero va siendo hora de que en Andalucía se produzca un cambio político, aunque sólo sea por higiene democrática. Nos vendría bien a todos". Y es que, como gritaban los manifestantes apostados frente al Teatro de la Maestranza: "Ya no hay pan para tanto chorizo".

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