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Un mundo de locos

Un mundo de locos

martes 13 de marzo de 2012, 08:11h

Dos de cada tres españoles han tenido alguna disputa con sus vecinos, muchas de estas discusiones siguen sin resolverse, y más de la mitad asegura que el conflicto se produjo en el último año. El exceso de ruido, el impago de las cuotas comunitarias, las molestias por obras y reformas, la suciedad, los malos olores, el riego o el agua, y la presencia de animales domésticos suelen ser el eje de estas desavenencias que convierten algunos edificios en "la casa de los líos". Todo ocurre, además, en unos tiempos en que, debido a la crisis, la gente suele estar de peor humor y reaccionar con demasiada vehemencia al más mínimo estímulo, a la más insignificante provocación.

     Son cosas de la vida, de las que nunca hablarán los historiadores, pero que ocurren cada día y constituyen el hábitat de nuestra existencia. Los grandes arquitectos, como Le Corbusier, mantienen que la vivienda es una máquina para vivir pero, en las actuales circunstancias, también parece una oportunidad para que aflore la agresividad en estos tiempos del cólera. Si antes, cuando la sociedad rural era predominante, había individuos o familias que se pasaban la vida enfrentados por el lindero de una finca o por el agua de la fuente o por la servidumbre de paso de un camino, ahora, en la sociedad urbana, la del progreso y de la globalización, esos "tics" se reproducen con discusiones por los decibelios de una noche de fiesta en la casa vecina o por el individuo que sigue fumando en el ascensor, pese a que está prohibido.

     Son asuntos menores, claro que lo son, pero lo cierto es que la convivencia no se lleva a cabo a través de solemnes proclamas sino de pequeños detalles, de un "buenos días" dicho a tiempo o de un "¿qué tal va la gripe de su abuela?", expresado con cariño y con corrección. España es un país cordial, un estanque tranquilo para la convivencia, un ejercicio de diálogo y de corrección, pero a veces, cuando el personal anda alterado, deja de serlo con el mínimo pretexto.

     Y como nada se queda intramuros de la vivienda, ahí tenemos el caso de la niña de Úbeda que denunció a sus padres porque la habían castigado sin salir de casa un fin de semana. Intervino el juez, detuvo al padre de  la menor, y ahora la pequeña se ha escapado de la casa de acogida a la que había sido destinada. ¿No estamos en un país de locos, además de crispados?. Pero esa chaladura traspasa nuestras fronteras: ayer, en el palacio del Elíseo, un hijo del presidente Sarkozy se divirtió, junto a unos amigos, arrojando tomates a uno de los policías que custodiaban el edificio, por lo que el presidente, en horas bajas electorales, tuvo que pedir disculpas al agente. A  ver si entramos todos en razones, porque ya no sólo España sino el mundo entero parece un avispero en que se han instalado la intolerancia y las gamberradas.


 

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