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La idiotez no tiene siglas

La idiotez no tiene siglas

martes 03 de abril de 2012, 16:37h
"Tú no te puedes ni imaginar la de tontos que hay en el PP, y si es en Madrid, la densidad de enteraos y gilipollas es ya alarmante", me confesaba hace escasos días un ex alto cargo socialista reconvertido ahora a la causa de Javier Arenas. Su argumento era que tras las elecciones andaluzas son muchos los que, a toro pasado, acusan al PP andaluz y a su líder, Javier Arenas, de haberse equivocado en la campaña y piden un relevo urgente en Andalucía. Uno, que es como las esponjas y absorbe cuanto le cuentan unos y otros para después meditarlo tranquilamente y analizarlo bajo la óptica de la independencia, coincide totalmente con esa afirmación. No es que la tontería y la simpleza política tengan siglas, pero sí que en algunos partidos el nivel de idiotez entre sus dirigentes es geométricamente proporcional al de sus fracasos electorales. Hombre, tontos, lo que se dice tontos, se reparten por igual en todos los partidos, en el PSOE, en el PP, en IULV-CA, en el PA, en UPyD y hasta en el Partido Humanista, que en todas partes cuecen habas, pero hay que reconocer que la simpleza y la escasez de pragmatismo del electorado popular bate todos los récords si la comparamos con la fidelidad ideológica demostrada por socialistas o comunistas.

¿Cuantas veces ha oído decir en estas o en anteriores elecciones eso de "yo votaría al PP, pero es que a mí Rajoy (o Arenas o Gallardón o Zoido) no me convence"? Puede parecer anecdótico, pero esa anécdota se ha repetido mucho entre los votantes del PP que el pasado 25-M, a la hora de acudir a las urnas, decidieron quedarse en casa, irse a la playa o, en el mejor de los casos, votar a UPyD o en blanco porque "Arenas no les convencía". Y su voto se perdió entre las facturas de los móviles, la arena de la playa o la distribución de escaños de la jodida Ley D'Hont. A ellos habría que decirles ahora si quien les convence es Griñán, Valderas o Sánchez Gordillo, a quienes han colocado al frente de la Junta de Andalucía durante cuatro años más por su propia ineptitud y su desidia. Ahora toca lamentarse y echar la culpa del fracaso por no haber alcanzado la mayoría absoluta que aseguraban los sondeosa a Arenas, a Sanz, a Montoro, a Báñez o al mismísimo Mariano Rajoy, cuando los verdaderos culpables de que Javier Arenas no se siente en el Palacio de San Telmo no son otros que aquellos que hace un mes abominaban publicamente de la corrupción de los EREs y del hartazgo de un régimen que se perpetuaba en el poder durante más de tres décadas, pero que han dejado esas críticas en mera palabrería y conversaciones de salón, almuerzos, cafés y gin-tonics. Dicen los analistas que al PP le han faltado escasamente ochenta mil votos en toda Andalucía para alcanzar la mayoría absoluta. Habría que ver qué porcentaje de esos ochenta mil votos corresponde a estos tontos del haba a los que "Arenas no les convencía" y que no van a tener más remedio que soportar las locuras guevaristas, castristas y revolucionarias de colectivización de los medios de producción del alcalde marxista del pañuelo palestino.

Estoy convencido de que Javier Arenas atraviesa en estos momentos una dura prueba, acosado sobre todo, por algunos miembros de su propio partido que ven la posibilidad de escalar puestos en la dirección si se produce un relevo al frente del PP andaluz, pero también lo estoy de que en estos momentos su liderazgo al frente del PP-A es más necesario que nunca. Las falsas expectativas de gobierno han producido un falso terremoto en el PP andaluz donde lo que menos se ha valorado es que, por primera vez en treinta años, su partido se haya convertido se convierta en la primera fuerza política andaluza con tres escaños más que el todopoderoso dueño del "granero de votos". Si alguien hubiera augurado hace tres años, cuando Pepe Griñán heredó el puesto de presiente de la Junta de manos de Manuel Chaves, estos resultados, le hubieran tildado de loco. Hoy, sin embargo, la victoria del PP ha quedado subsumida por la decepción y el negativismo de algunos de sus dirigentes que vendieron la piel del oso antes de haberlo cazado y no han sabido digerir el insuficiente respaldo de las urnas. En estos críticos momentos, el PP necesita un presidente que tenga claro sus objetivos. Con el Gobierno central en sus manos, gobernando los grandes ayuntamientos y la mayoría de las diputaciones y con mayoría relativa en el Parlamento andaluz, los populares controlan una fuerza política que jamás se pudieron ni imaginar ni siquiera en la dorada época de José María Aznar. Por ello no hay que hacer ni caso a esos cantos de sirena que auguran rápidos cambios en Andalucía. Sólo basta estar preparados para afrontar el siguiente reto electoral que, si PSOE e IULV-CA llegan a un acuerdo de Gobierno, podría producirse mucho antes de lo que algunos imaginan. Y dice el dicho que "no hay quinto malo". Habrá que esperar.
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