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La calle es nuestra, sí, pero ¿de quién?

La calle es nuestra, sí, pero ¿de quién?

miércoles 25 de abril de 2012, 18:08h
Viene la etapa de las grandes movilizaciones: 29-a, 1-m, 15-m... Parece una sopa de letras/cifras, pero en realidad son fechas en elcalendario que pesan como una losa. Los sindicatos han 'anticipado' el1 de mayo al 29 de abril, aprovechando que es domingo, para salir a lacalle en protesta contra el estado de cosas. Sin renunciar, desde luego, a la fecha histórica del 1-m. Mientras, los 'indignados'conmemorarán el 15 de mayo -un año ya, o todavía-tratando de volver a'tomar' la Puerta del Sol, cosa que el 'duro' que actúa como ministrodel Interior, Jorge Fernández Díaz, ya ha avisado de que no tolerará. El 'frente de las fechas' está ahí, enconado, esperando su oportunidad para clamar contra unas reformas que me parece que no han sido deltodo bien explicadas a la población. O que necesitan más complemento ymás diálogo. Y esperando, claro, su oportunidad para nuevasconfrontaciones públicas, que es lo último que necesitamos.

Creo que ni el Gobierno ha entendido bien el papel flexible y dialogante que le exige la ciudadanía ni tampoco lo han entendido la oposición ni las fuerzas sociales. Hay una quiebra del diálogo queacaba desembocando en la calle, a la que hasta los socialistas hanconducido a sus seguidores, aprovechando que el Pisuerga pasa por laconvocatoria sindical de manifestación este domingo y, luego, elpróximo 1 de mayo. Y la calle es el supremo fracaso, porque implicaque no se ha llegado -yo creo que ni se ha intentado-al pacto. La salida a la calle es el último recurso, del que me parece que se está abusando, por un lado, y que creo que se está desoyendo en demasía,por otro. Todos, los unos porque creen que capitalizan el descontentoy el hartazgo de la población, los otros porque creen que puedencontrolar o, al menos, reprimir esos sentimientos, creen que la callees suya.

Y no; la calle no es de nadie y es de todos. El Gobierno, vía ministro del Interior, cree que puede controlarla; oposición y sindicatospiensan que pueden tomarla. En ambos casos ocurre como con el debate sobre los Presupuestos: se habla de lo que no se debe hablar, y secalla aquello que habría que pregonar. Cree el ministro del Interiorque basta la policía para acallar a descontentos e indignados; piensanestos últimos que unos centenares (o miles, si usted quiere) demanifestantes representan el sentir de la casi totalidad de lasociedad. Y la mayoría de esa sociedad, que aún permanece silenciosa,calla su hartazgo de una situación que ningún poder público parececapaz de radiografiar. Y es que ¿Cómo radiografiar el desánimo? Noserá a base de improperios desde la tribuna del Parlamento ni degritos o porras en las aceras. ¿Es que nadie entiende que esto nopuede seguir así?

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