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Bendito euro

Bendito euro

Por Gabriel Elorriaga F.
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elorriagafernandezhotmailcom/18/18/26
lunes 07 de mayo de 2012, 11:01h
 Cuando España  se integró en el Sistema Monetario Europeo casi todos los españoles lo consideraron un éxito que confirmaba, en el plano real, la pertenencia a la Unión Europea más allá de la teoría política. En el año 2.002 la peseta era sustituida por el euro. La peseta era la unidad monetaria española desde un decreto de octubre de 1.868, siendo ministro de hacienda Laureano Figuerola. Su nombre sonaba a diminutivo del "peso", lo que le daba cierto complejo de inferioridad y provocaba la afición a contar en "duros", aunque ello obligase a dividir mentalmente por cinco los precios. La historia de la peseta no fue brillante, quizá porque coincidió con periodos turbulentos de la nación que hicieron difícil su estabilidad, precario su respaldo económico y fluctuante su valor internacional. Hubo etapas en que cotizó a cambios múltiples, otras en que se propuso un tipo de cambio oficial, no siempre universalmente aceptado, con los fantasmas de la inflación y la devaluación al acecho.
 
Por todo ello, el euro, a pesar de las incomodidades que todo cambio comporta, fue bien recibido. No fue necesario explicar las ventajas de una moneda estable y poderosa apoyada y compensada por un prestigioso haz de naciones. Se tuviesen pocos o muchos euros, se sabía lo que valía en todas partes lo que se compraba y lo que se vendía, lo que se ahorraba y lo que se gastaba. Era como la llegada de la paz al mundo del "parné". Después de siglo y medio de peseta se esperaba que, como mínimo, tuviéramos siglo y medio de euro y consecuentemente de reforzamiento de una unidad continental capaz de codearse y competir con los gigantes económicos. Sin embargo, en los tiempos inquietantes que vivimos, se habla frívolamente y sin medir sus consecuencias, de la ruptura o la salida del euro y hasta existen políticos insensatos que proponen como deseable la vuelta a sistemas dinerarios de pequeño país. El riesgo de tal dislate es altamente improbable pero no por ello deja de ser una hipótesis peligrosa por sí misma, aún cuando se trate, hoy por hoy, de un escenario puramente teórico.

Tras una década en que los españoles han pasado de tener más dinero a tener menos, les queda la tranquilidad de saber lo que vale el poco o mucho dinero que tengan. Lo que no se puede es añadir a la pesadumbre de la crisis, de los recortes y de los subsidios,  la incertidumbre sobre el valor de la moneda. Es el horizonte catastrófico en que parecen soñar los extremismos delirantes de izquierda y derecha. Da la impresión de que, para algunos, una década ha sido suficiente para borrar de la memoria lo que significan palabras como inflación, devaluación, fuga de capitales, "corralitos" bancarios, mercado negro de divisas, etc. La amenaza potencial de volver a pasar por trances como los de otros países fuera de la eurozona es cierta y la única forma de evitarla es, precisamente, no salir del área del euro aunque cueste sacrificios y deberes de solidaridad.
 
La salida de una economía particular del amparo colectivo del euro sería casi un suicidio de consecuencias mucho más calamitosas que las que podamos atribuir a la crisis que vivimos y a la que viven países en situaciones peores, como Grecia, si se encontrasen sin intervenciones ni rescates externos. La ruptura generalizada del Sistema Monetario Europeo tendría consecuencias aún peores, más allá de la perdida de la paz dineraria, ya que significaría la vuelta a la lucha encarnizada por la supervivencia entre las economías nacionales, tal y como se desarrolló en tiempos destructivos de la historia de Europa. Debemos considerar que, en nuestras actuales circunstancias, bendito sea el euro y que solo con el euro podremos superar ayudados la crisis y esperar tiempos mejores. Todo lo que se haga por mantener la unidad monetaria nos beneficiará en el futuro. Romperla sería un fracaso histórico de daños incalculables para varias generaciones.

Gabriel Elorriaga F.

Ex diputado y ex senador

Gabriel Elorriaga F. fue diputado y senador español por el Partido Popular. Fue director del gabinete de Manuel Fraga cuando éste era ministro de Información y Turismo. También participó en la fundación del partido Reforma Democrática. También ha escrito varios libros, tales como 'Así habló Don Quijote', 'Sed de Dios', 'Diktapenuria', 'La vocación política', 'Fraga y el eje de la transición' o 'Canalejas o el liberalismo social'.

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