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La semana acabó mal, pese a la 'cumbre'

La semana acabó mal, pese a la 'cumbre'

sábado 26 de mayo de 2012, 13:22h
Que Rajoy y Rubalcaba se entrevisten durante tres horas y que luego no salgan a explicar a los españoles de qué han  hablado ambos en nuestro nombre -porque son representantes de los españoles, ¿no?--, a mí personalmente, como ciudadano aún más que como periodista, me parece mal. El hermetismo de la política española resulta, cuántas veces se ha dicho, asfixiante. Y esta impermeabilidad, este secretismo compartido, es una de las cosas que nos desprestigian en el exterior y provoca adhesiones a los indignados en el interior: se dan varias cifras -hasta la última astronómica-para el rescate de Bankia y nadie parece ansioso de explicaciones acerca de por qué algunos se equivocaron tanto en sus previsiones. ¿De verdad no hay que investigar la gestión pretérita de los responsables de la que fue Caja Madrid, seguro que no hay nada que preguntar acerca de la miopía en el Banco de España, cuyo gobernador ya está tardando en dimitir, por mucho que no sea el único culpable? ¿Será cierto que nadie va a acusar la torpeza con la que se ha manejado el estallido final de esta Bankia que ha perdido la mitad de su valor en dos semanas?
 

Debo reconocer que mi pertinaz optimismo se ve de cuando en cuando zarandeado por la lectura acumulada de las portadas de los periódicos: las instituciones, comenzando por la Corona, siguiendo por el poder judicial, el Constitucional, el banco emisor, la radiotelevisión pública, en plena tormenta; el asalto exterior a las joyas de la Corona bancarias y empresariales, para comprarlas más baratas, resulta ya más que evidente; las meteduras de pata de algunos dirigentes nacionalistas (véase la última, tan sonora, de Artur Mas) son tan clamorosas que disparan, todavía más, nuestra prima de riesgo. Tome usted todos estos datos, mire las imágenes energúmenas de algunos de los asistentes -compatriotas míos y de usted, aunque a ellos no les guste, quizá-a la famosa final de futbol y dígame si no hay materia para exigir una reacción firme, novedosa en ideas y en actitudes, por parte del Gobierno, de la oposición, de la clase política a la que hemos entregado los bártulos para que dirija este barco de todos.  A mi modo de ver, todo lo simplón acaso que usted quiera, es hora de que el Gobierno gobierne de verdad -oyendo a Bruselas, claro, pero no con la sumisión actual--, es hora de que la oposición colabore con el Gobierno por aquello de que cuatro o seis ojos ven más que dos. Y, así, quizá con un poco más de diálogo se evitarían muchos de los dislates que nos dejan tan atónitos en estas semanas de auténtica pasión.
 
Pero no: de momento, dos se juntan, al fin, tras tres meses de darse la espalda, y parece (porque ellos no se prestan a contárnoslo al completo) que todo lo que sacan tras tres horas de conversación previa al partido es que renovarán las instituciones que se están, literalmente, pudriendo, excepto, claro, RTVE. Pues para ese viaje no hacían falta tantas alforjas, la verdad. Así que, salvo que tengan a bien decirnos otra cosa que nos anime algo más, hay que reconocer que la semana ha acabado mal, bastante mal.
 
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