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Daños colaterales

Daños colaterales

Modas  infames

lunes 09 de julio de 2012, 08:06h
El   lunes  pasado, 2 de julio,  después de alcanzar  su  tercera  gran  victoria  continental y mundial, la selección  española de fútbol  -como los  viejos  héroes  de las antiguas Grecia y Roma- fue agasajada  en loor de multitudes, por madrileños y compatriotas  de toda España  que no quisieron  perderse  uno más de esos momentos históricos que   últimamente  se suceden con una continuidad  pasmosa, según  nos cuentan  los medios, que ya no saben como  echarle  sal a la crisis para hacerle huir  despavorida. La diosa Cibeles, impertérrita y dominadora de  las bestias  que tiran de su carro, esta vez no sufrió  los embates  de la enfervorizada  afición. Claro que, para eso  el ayuntamiento madrileño  ya había previsto  que, por si las moscas, mejor era protegerla del  cada vez más desatado e irrefrenable cariño  de los  aficionados.


Otra  concentración parecida discurrió en los aledaños de la  emblemática plaza unos días antes -el sábado-, día en que, otra    fiesta, esta vez la del Día del orgullo gay, quiso pasar también  al lado  de la  mítica diosa. Y lo hizo, ¡vive Dios, que lo hizo...! 


Aunque  ese  histórico lunes   2 de julio pude  evitar  la  recepción  multitudinaria  de  estos  jóvenes héroes, modernos gladiadores del siglo XXI, el sábado, sin embargo, me convertí en testigo  involuntario  de esa  otra marcha, especie  de   cabalgata de  modernidad,  instaurada   en plena era  Zapatero y convertida hoy en  un verdadero icono  del septenio. La razón  es muy sencilla: hacía días que había reservado una butaca  de patio  en  uno de los  teatros  de la zona para ese mismo sábado, lo  que me obligó a asistir,  en vivo y en directo  digamos,  a una de las  -al parecer- inevitables consecuencias de estos actos masivos: ver como  ciudadanos  y  ciudadanas (sí, sí, ciudadanas también...), quiero creer que   venciendo  su natural  pudor,  realizaban largas,  abiertas, libres  y placenteras micciones  en plena vía pública,   sin buscar  ningún  recóndito  ni oscuro  recodo,   y tan  a gusto   (creo ,incluso, que más...)  que  si estuvieran en   el baño   del mismo Sha de Persia.     
 
Olor nauseabundo
Al mismo tiempo, y para  confirmar    la  primera impresión recibida  tras   asistir  a la  obra de teatro  en los aledaños  de  la gloriosa Cibeles,  primero  el  domingo, y el   martes, después,  tuve que  transitar   muy de mañana  por las madrileñas  y   céntricas Puerta del Sol, Gran Vía   y  calle de Alcalá. Los tres puntos enunciados  fueron la prueba  de que  esa  detestable costumbre de  considerar  las calles como inmensos  meaderos públicos, ya  ha arraigado  tanto entre  amplios  sectores   de nuestra población, que  no eran  las calles aledañas , ni   puntos concretos  del trayecto, sino  largos  tramos, de decenas y decenas  de metros  con un olor nauseabundo   que eran prueba evidente  de   la creciente mala educación  de muchos  de nuestros conciudadanos.


Leo en internet  que  en ambos eventos, al parecer  y según han denunciado públicamente empresarios  relacionados con el ocio nocturno, han habido  mafias que almacenan bebidas en "pisos lanzadera", lo cual  puede explicar  mejor  la   profusión en las dos concentraciones de  los llamados "lateros" y  la conversión    paralela  de ambos actos en una especie   de macrobotellón autorizado.


Aún así, déjenme  pronunciarme   a favor  de  que  lo cortés no quita lo valiente  o, dicho de otra forma,  que no  seré yo quien   proponga, no ya    prohibiciones, sino  ni siquiera  limitaciones  a  la exteriorización   del orgullo  y la alegría  de  ser  quien se es, o de ser como  se es, pero  permítanme  que  proclame también  que sigo sin entender por qué una fiesta   tiene que llevar inevitablemente aparejada  su transformación en  un acto de profundo incivismo  que, además, es también atentatorio contra la salud pública  y, -lo que es peor- que las autoridades  municipales  se conviertan en  cómplices   de ello, al no  poner en marcha  las  indudables sanciones  que actitudes  tan deplorables como  esas  llevan  aparejadas.


Me hubiera gustado  tanto o  más  que nos proclamásemos campeones  europeos  del civismo, la limpieza pública, la convivencia, el respeto y la alegría, sin tener que renunciar a serlo también  de  organizadores de  fiestas del orgullo gay  o de alcanzar   la categoría  de dioses  del olimpo del fútbol europeo y mundial      
 

José-Miguel Vila

Columnista y crítico teatral

Periodista desde hace más de 4 décadas, ensayista y crítico de Artes Escénicas, José-Miguel Vila ha trabajado en todas las áreas de la comunicación (prensa, agencias, radio, TV y direcciones de comunicación). Es autor de Con otra mirada (2003), Mujeres del mundo (2005), Prostitución: Vidas quebradas (2008), Dios, ahora (2010), Modas infames (2013), Ucrania frente a Putin (2015), Teatro a ciegas (2017), Cuarenta años de cultura en la España democrática 1977/2017 (2017), Del Rey abajo, cualquiera (2018), En primera fila (2020), Antología de soledades (2022), Putin contra Ucrania y Occidente (2022), Sanchismo, mentiras e ingeniería social (2022), y Territorios escénicos (2023)

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