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Extraños compañeros de viaje

Extraños compañeros de viaje

miércoles 01 de agosto de 2012, 19:25h
Nada. Parecen empeñados en que no pueda dejar a un lado la política en este mes de agosto y vuelva a aplazar mi serie de las "Vacaciones de la crisis". Cuando no son los sindicatos y sus protestas, es la comisión de investigación de los EREs fraudulentos o los recortes de la Junta. El caso es que este "verano caliente", preparativo sin duda de lo que va a ser un "otoño incendiario", no nos da un respiro para la relajación y el buen rollito tan habitual en esta fechas. La "escena del sofá" que Mariano Rajoy y Pepe Griñán protagonizaron a principios de semana, que nos daba cierta esperanza de entendimiento, de colaboración institucional entre el Gobierno y la Junta, se ha quedado en un abrir y cerrar de ojos en un paripé tan al uso de nuestros políticos. Cataluña y Andalucía han roto la baraja y, aunque por distintos motivos, se convierten en las dos comunidades autónomas que van a hacerle la verdadera oposición a Rajoy, ante la nefasta estrategia y la escasa fuerza de los socialistas y de su líder, Alfredo Pérez Rubalcaba, en el Congreso de los Diputados.

Se suele decir que la política suele dar extraños compañeros de viaje. Y visto lo visto en la reunión del último Consejo de Política Fiscal y Financiera se confirma esta tesis. Andalucía se alía con Cataluña y se levanta de la mesa (aunque los catalanes ni tan siquiera acudieron) al considerar que el Gobierno le exige unos recortes demasiados elevados para cumplir los objetivos de endeudamiento y déficit: de casi tres mil millones de euros más de ahorro. Visto así, que es como Pepe Griñán quiere que se vea, parece comprensible esta postura de fuerza de la consejera Carmen Martínez Aguayo. Pero todas estas decisiones tienen siempre diversas lecturas y versiones que hay que analizar para poder entenderlas en su complejidad. No es solo el tradicional "agravio comparativo" que vende la Junta, ni la "insolidaridad institucional" que dice el Gobierno central. Quizás sean ambas cosas a la vez o ninguna de ellas. Lo cierto es que en esta España de "puzzle", que es el Estado de las autonomías, algunas piezas fundamentales para componer el rompecabezas saltan por los aires y se niegan a ser encajadas por la mano de Cristóbal Montoro para desgracia no sólo de los ciudadanos, sino de la imagen exterior de nuestro país que no atraviesa tiempos como para enzarzarnos en peleas internas. 

No sé quien tiene la culpa de ello, pero unos y otros deberían limar asperezas y tratar de recomponer la situación si no queremos que todo se vaya al traste en un abrir y cerrar de ojos. Hace pocas semana, el presidente de la Junta, José Antonio Griñán, advirtió que "Andalucía no quería ser más que nadie, pero tampoco menos que nadie" en la negociación sobre el déficit de las comundades autónomas. Puede ser cierto que se le esté exigiendo a Andalucía más que a otras comunidades, pero no lo es menos que el Gobierno no se fíe de las cuentas que le presenta Griñán, que son las únicas que desconoce realmente. Ahora se ha podido comprobar que ese "nadie" al que se refería Griñán era la Generalitat catalana. Y es que los resultados de las elecciones generales y autonómicas del 20-N junto con las del pasado 15-M sembraron el mapa de España de gaviotas con la excepción de Cataluña, Andalucía y Asturias. Y en ese nuevo mapa político, tanto Artur Mascomo José Antonio Griñán juegan un papel de contrapeso muy importante ante la mayoría absoluta del PP en el Congreso de los Diputados. La clave de esta última fallida reunión cel CPFF está en ese mapa que puede convertir España en un país ingobernable si la oposición al Gobierno central comienza a hacerse desde las autonomías que el PP no controla o si el Gobierno de Mariano Rajoy trata de castigar de alguna forma a aquellas comunidades que se han salido de la tónica general.

Todos sabíamos que los resultados alcanzados por el PP de Javier Arenas el 15-M en Andalucía con una mayoría insuficiente para gobernar iban a provocar una alianza PSOE-IULV-CA que supondría un claro enfrentamiento entre el poder central y la coalición de izquierdas que gobierna Andalucía. Los intentos de Juan Ignacio Zoido de buscar una colaboración entre ambas instituciones chocan de frente con las presiones que Griñán tiene que soportar de su socio de Gobierno, Diego Valderas, cuya única baza para incrementar sus votos es incendiar la calle contra el Ejecutivo de Rajoy y, a la vez, Griñán sabe que su única salida para mantenerse en el Gobierno de la Junta pasa por esgrimir el sempiterno agravio comparativo de Andalucía respecto a las comunidades gobernadas por el PP. Así las cosas, quienes vamos a recibir palos de unos y otros seremos los andaluces por habernos quedado fuera de la ola azul. Nadie se cree que Griñán vaya a cerrar veinte hospitales ni dos mil colegios ni a echar a la calle a 60.000 funcionarios aunque a lo mejor convendría que despidiera a muchos enchufados de los que sí sobran. Esperemos que unos y otros recompongan sus iniciativas y busquen soluciones pactadas para evitar que los andaluces paguemos el pato, una vez más, de un enfrentamiento partidista que a nada conduce. 
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