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Las vacaciones de la crisis (Capítulo III)

Las vacaciones de la crisis (Capítulo III)

martes 07 de agosto de 2012, 22:36h
Lo de ir de gorra tiene algunos inconvenientes bastante, y perdón por la palabra, jodidos. Entre otros el de aguantar con la sonrisa en el rostro y cara de felicidad todas las chorradas que se le ocurren a los anfitriones, que son muchas y variadas. Y no sólo a ellos y a su familia sino también a los amigotes y vecinos que comparten sus vacaciones. Si como muestra les vale un botón, les cuento la barbacoa con la que nos obsequió mi amigo Antonio y su mujer en el jardín de su chalé en La Antilla en esta primera etapa de nuestro periplo vacacional gratis total. De entrada, Antonio tiene un grupo de vecinos de lo más variopinto que van desde un médico a un profesor universitario, pasando por un guardia civil retirado, un marino mercante, un funcionario de la Junta de Andalucía y hasta un periodista. El único parado era yo, y eso que dicen que en Andalucía está en el desempleo uno de cada tres. Ya es mala suerte que me haya tocado a mí ésto y no la primitiva en la que invierto un capitalito todas las semanas.

Todos ellos, junto a sus respectivas, alguna suegra pestiño y algún que otro niño latoso, se dieron cita en el jardín de mi amigo para celebrar la tan anunciada barbacoa. Excepto yo, que naturalmente iba de invitado de la organización y estaba exento de pasar por caja, el resto fueron aportando viandas a la cocina como si aquello fueran las bodas de Camacho: kilos de chuletas, chorizos, salchichas, sardinas, calamares, costillas, hamburgesas y ensaladas de todo tipo y color, de frutas, de atún, de pasta, de naranja. Vinos y postres completaban aquella "grande bouffe" que me recordaba la película de Marco Ferreri. ¡Qué barbaridad, Dios mío! Y pensar que con la décima parte de aquello tendrían mis niños, pese al buen saque que tienen, para sobrevivir más de un año. Y ante tal espectáculo culinario, lo veía venir. Verás como toda la conversación gira en torno a la crisis y a la dichosa prima de riesgo. Y dicho y hecho. El gracioso del periodista fue el primero que me abordó. La primera en la frente.

-Hola, Pepe, me llamo Alberto y soy redactor jefe del ABC. Me ha dicho Antonio que estás en el paro porque tu empresa ha hecho un ERE subvencionado por la Junta. ¿No habrás tenido la suerte de ser uno de los beneficiados del sorteo de Chaves y Griñán? Te lo digo porque Antonio siempre que habla de ti te alude como "mi amigo el sociata" y como sé que a muchos de vosotros os han metido de extranjis en el lío de los EREs, a lo mejor tú habías podido trincar algo.

No me acuerdo si pensé en acordarme de su padre o de su madre. O si, además de pensarlo, se lo dije. El caso es que el "plumilla" en cuestión no volvió a dirigirme la palabra en toda la noche y su señora, una rubia teñida de armas tomar, no paraba de mirarme con ojos de asesina. El médico y el profesor universitario, ambos muy progres, con la bandera republicana bordada en sus chandall, se me acercaron al alimón junto al funcionario de la Junta, con cara de funeral como si se me hubiese muerto alguien. No me dieron el pésame por estar en el paro, pero casi. A lo mejor les rondaba por la cabeza el clásico refrán español de "cuando las barbas de tu vecino..."

-Buenas noches, Pepe. Veníamos hablando de los recortes del capullo de Rajoy que nos ha rebajado el sueldo, nos ha dejado sin paga extra de Navidad y sin los veinte "moscosos" que disfrutábamos cada año. No hay derecho con esta derecha cavernícola que siempre le aprieta el cuello a los mismos, a la clase trabajadora, e indulta a los banqueros y a los evasores de capitales. Y menos mal que aquí en Andalucía, les paramos los pies a tiempo que si no no tendríamos ni para pagarnos el mes de vacaciones.

-Perdonadme, pero prefiero no hablar de política porque, dada mi situación actual no está el orno para bollos. Ojalá y a mí pudieran recortarme el sueldo que dejé de cobrar hace dos años cuando la Junta no sólo peritió sino que animó a mi empresa a echarnos a todos los que teníamos más de cuarenta y cinco años. Así que corramos un tupido velo sobre la crisis y disfrutemos de la cena.

Otros que, al parecer, se sintieron ofendidos y decidieron "pasar" de mí durante toda la noche como si, de pronto me hubiese convertido en el hombre invisible. El guardia civil parecía no estar en su ambiente y optó por mantener la boca cerrada y dedicarse a fumar un oloroso tabaco, alguno me contó que lo traía de contrabando desde Marruecos y Gibratar. Con el único que hice buenas migas fue con el marino mercante que, ante el panorama, se dedicó a hacer de maestro de barbacoa con una cerveza fresquita en la mano e ignorando a toda la patulea que rondaba por el jardín.

Como es habitual, la noche acabó con los clásicos cubatas y los falsos abrazos. ¡Bueno, Pepe, a ver si venís más a menudo, que lo hemos pasado estupendamente! A lo que mi amigo Antonio ponía cara de pocos amigos. No pude pegar ojo por culpa de los malditos chorizos criollos que se me repitieron más que Belén Esteban y la coña que me dio la parienta con que si no sabía comportarme. Además, como le prometí a Antonio, nos levantaríamos al amanecer ya que teníamos por delante un largo viaje hasta las costa almeriense...

Continuará...
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