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Pase el servicio

Pase el servicio

martes 02 de octubre de 2012, 13:26h
Estas horas previas al muy anunciado rescate (se ve que al Gobierno le gusta ponerle emoción al asunto) me recuerdan a Luis Escobar moribundo en "La Escopeta Nacional" cuando desde la cama dice: "¡que pase el servicio que estas cosas le gustan mucho!". Y de esa manera, arruinados pero nobles, enfermos pero con lucidez, hidalgos tronados, veríamos como la troika se hacía con los mandos del ruinoso palacete. Entre las primeras medidas estarían tirar al suelo los frascos de la colección tan curiosa que tenía el señor marqués (que según él había comenzado con un regalo de un aviador de la División Cóndor).

   Para entender dónde y por qué estamos hay que repasar la obra de Quevedo y luego entroncar directamente con los guiones de Azcona y Berlanga: los chanchullos se hacen en los cotos, el poder nunca caza solo, las escopetas las sostienen los ricos, los pobres jalean a las codornices y los perros van a por ellas. Y, por supuesto, los carcamales adinerados siempre tienen novias jóvenes y guapas que están muy enamoradas de su mirada inteligente. La trilogía de Berlanga es la versión surrealista de "Los Santos Inocentes", Delibes lo contó con un poso más amargo.

   Nadie como Luis Escobar, marqués de Las Marismas, para encarnar ese paso de siglo entre el XIX y el XX que nunca asumió del todo la decadencia familiar por la pérdida de las colonias. Escobar, marqués de Leguineche en la ficción, era un genio como actor y un tipo muy gracioso en persona. Cuentan que llegó con retraso a una cena de la Diputación de la Grandeza con el Conde de Barcelona y en su defensa argumentó: "¡Señor, disculpas, llego tarde pero es que un guardia me quería poner una multa y le he dicho si no me reconocía, que yo era el del cine, pero nada. Luego, como tampoco atendía y seguía redactando la multa en el cuadernillo, he añadido: que soy el del anuncio de Bonka, el del café de mamá. Y tampoco. Señor: es terrible, en España la gente ni ve la tele ni va al cine". Se demuestra que era un talento también sin guión de Azcona.

   Al pasar cerca de la actual Casa de América que en su día sirvió de plató para una de las entregas de los Leguineche, es inevitable acordarse de Luis Escobar, de López Vázquez, de Luis Ciges, Mónica Randall, Saza o Agustín González, y vernos reflejados en su esperpento que también es tan nuestro. La incertidumbre nos devora mientras hacemos cábalas de qué puede ser un rescate, cómo nos afecta y por qué lo pedimos antes que Italia. En aquellos cines de la época se estilaba el anuncio de "visite nuestro bar", lo podemos cambiar por "visite nuestro crash". Ya sólo nos hace falta saber si los hombres de negro usan sombrero.
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