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Chávez, acto tercero

Chávez, acto tercero

lunes 08 de octubre de 2012, 07:37h
Lo primero, felicitaciones, presidente Chávez.

Suelo caminar por el monte, algunas veces por zonas no muy conocidas, y en varias ocasiones me he perdido. En mi camino de regreso, me parecía que ya estaba llegando cuando veía una loma tras la cual, estaba seguro, me esperaban los míos. Sin embargo, al llegar a su cumbre, encontraba otra montaña enfrente que debía escalar. Y a veces, al alcanzar la nueva cima, volvía a aparecer otra y otra  y otra más- Al final, pocas o muchas lomas después, conseguía llegar a casa.

La participación elevada de los electores venezolanos no admite más que parabienes y felicitaciones y supongo que será la segunda gran noticia del día. Las altas participaciones son casi siempre producto de la polarización político social del cuerpo electoral, más aún cuando se opta entre dos opciones reales. Y precisamente ahí es donde me parece que reside la importancia del nivel de participación.

Las curules a repartir son las mismas haya votado el 10%, el 40% o el 84% de los invitados a hacerlo. Los países con abstenciones estructurales superiores al 40% y, por tanto, con baja participación electoral, suelen ser los mismos con mayores índices de corrupción política. Es lógico: en la medida en que una población demuestra escaso interés por su política, menor control de las instituciones y mayor el nivel de corrupción. Así que el mejor remedio contra la corrupción es una alta participación.

En el caso de Venezuela, eligiendo entre dos candidatos con capacidad real de gobernar, la alta participación es resultado de la polarización de la sociedad. Y ahora Capriles, el opositor, la alternativa que no triunfó, puede decir con la cara bien alta que representa una parte muy importante de Venezuela. No es lo mismo que sobre un total del 82% de votantes un candidato obtenga el apoyo del 45% y el otro del 54%, que el mismo apoyo deba repartirse entre el 25% de la población, un suponer. La responsabilidad subsidiaria de un poder de semejante calibre tiene, sin embargo, un freno obligado: evitar la fractura del cuerpo social. De ahí que su primer acto de oposición, el reconocimiento temprano de los resultados, sea digno de todo elogio.

La diferencia entre ambos candidatos no es baladí ni escasa, un millón de votos, casi 10 puntos. La oposición debe ahora sonreír porque sus resultados son excelentes y el honorable acatamiento de los resultados de Capriles muestra responsabilidad y compromiso con Venezuela. La forma democrática de ver el resultado solo puede ser una: Capriles ha hecho crecer la oposición en 11 puntos desde la última convocatoria y Chávez tiene una pérdida de 12 puntos.

Ahora Chávez afronta tres retos: la política internacional, su sucesión y la seguridad ciudadana. (No incluyo la economía porque Chávez no va a dar un paso atrás en su concepción socialista del estado). En política internacional no habrá grandes cambios, pero es muy posible que restablezcan las relaciones con EEUU, especialmente si Obama revalida, y que abra una nueva vía con Europa. Por otra parte, deberá concentrarse seriamente en encontrar el sucesor adecuado (los dos mejor posicionados son Diosdado Cabello y Nicolás Maduro, muy por debajo del carisma de Capriles) que sea capaz de enfrentar a su Némesis a los pocos días de su deceso, pues la constitución venezolana establece que en caso de muerte del presidente en los primeros 4 años de mandato deben convocarse elecciones en 45 días.

Los mimbres con que se construirá esta realidad cuando acontezca son favorables a Henrique Capriles que ganará la presidencia a la segunda y habiendo perdido por lo menos una elección en su vida y es que resulta que las pérdidas también son parte de nuestro aprendizaje. A partir de esta convocatoria perdida Capriles solo puede ser más sabio: el acíbar de hoy es la sabiduría para el éxito de mañana.

Se inicia, pues, un nuevo tiempo y con él la verdadera transición de Venezuela. Hernesto Capriles Radonski tendrá que trabajar por mantener la unidad en sus filas justo cuando no hay réditos que repartir. Y tiene que ser capaz de hacer una oposición constructiva, dura y comprometida con su electorado. La oposición hará sus cálculos: no están ante un fracaso sino ante un camino con un paso más que dar, como cuando uno cree haber llegado y se encuentra con otra montaña.

Y ahora, a concentrarse en las elecciones del 16 de diciembre. Y en las de abril a las alcaldías.
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